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Están haciendo cualquier cosa.

Si alguno de los dos esperaba que lo ocurrido anoche no causara problemas, estaba claramente equivocado. A primera hora del desayuno, los representantes volvieron a aparecer en la villa que estaban alojados para hablar con ellos. Julián se negó al principio, había estado bastante bien hasta el momento sin ver a Enzo a la cara, pero de todas formas se vio obligado a ir.

Que yo sepa, lo que les pedimos hasta ahora fue una boludez. Tenían que cenar nomás y que la gente los vea. – Habla Matías, enojado.

El castaño observa a Enzo, tenía un aspecto horrible como si no hubiese dormido nada. Obvio que no durmió, piensa Julián. Al menos en la habitación compartida no hubo rastros de él en toda la noche.

Enzo, ahora en todos lados hay rumores vinculándote con mujeres. – Coloca su dedo en la mesa para llamar su atención. – Te recuerdo que ésta no es la primera vez que te pasa. Si vos no pensás ser profesional y arreglar la cagada que te mandaste, nosotros no podemos hacer nada.

Sí, sí, pido perdón. Me zarpé en boludo, ya sé.

Es costumbre ya. – Acota Julián, enojado porque Enzo hasta ahora no le había dirigido la mirada en ningún momento.

¿Tenés algo para decirme?

No se empiecen a pelear, lo único que falta. – Dice Matias. Enzo suspira y vuelve a mirar a su representante.

– ¿Dijeron algo desde la AFA?

– Todavía no, pero dudo que tarden mucho más. – Contesta el representante de Julián. – Vamos a proponerles que por hoy y mañana descansen de todo esto, no hace falta que salgan a decir nada ni hablar a las cámaras. – El castaño suspira aliviado. – Pero, les aviso nomás, lo más probable sea que nos pidan algo más real, para que la gente compre. Y de más está aclarar que estas cosas no pueden pasar más.

Julián agradece llegar al fin de la conversación. Decir que estaba enojado era poco, ayer quizás estaba triste, algo decepcionado, pero hoy el enojo le corría por la sangre. Se había comido una cagada a pedos de la que él no tenía nada que ver, y encima le exigían más. El castaño se sentía –exageradamente– destinado a la infelicidad eterna

Luego de despedirse de los dos hombres estaba decidido a abandonar la habitación. Necesitaba aire, espacio, cualquier cosa que lo aleje Enzo. Justo cuando su mano tocó el picaporte, sintió una presión en su brazo, obligándolo a girarse. El menor lo observaba con cara de pocos amigos.

– ¿Vos me estás cargando?

– ¿A mí me hablas? – Julián frunce el ceño sin comprender su tono.

¿Estás feliz con toda la escenita que hiciste ayer?

– ¿Qué escena, Enzo? Me parece que ese fuiste vos.

Hacete el pelotudo, dale. – El menor se ríe sarcásticamente. – Me levanté dos segundos de la mesa y cuando volví no estabas. Te fuiste, encima sabiendo que afuera estaba lleno de gente que te iba a ver y a sacarte fotos. Es todo tu culpa, si no lo hacías nadie se enteraba.

Yo no lo puedo creer, ¿sos pelotudo? – Julian habla con mucha bronca, se da cuenta que Enzo todavía lo sostiene por el brazo así que le saca la mano con fuerza. – No me vengas a joder a mí y acepta que la cagada te la mandaste vos, UNA sola cosa tenías que hacer. – Enzo aprieta la mandíbula.

Fue una tontería y vos lo agrandaste. Nadie se hubiese enterado.

Enzo, me estoy bancando todo este quilombo por tus pelotudeces, así que no te da la cara para venir a decirme estas cosas.

consecuencias ; julienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora