What In Me is Dark, Illuminate (traducción)

Capítulo 4

“Y la luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no la comprendieron.”
-Juan 1:5

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Los alumnos de quinto año de Slytherin caminaron juntos hacia su primera clase del trimestre, Transfiguración Doble con los Ravenclaws. Pasar dos horas juntos con ese viejo santurrón de Dumbledore no era la idea que Tom tenía de un comienzo de año auspicioso, pero al menos había Pociones y Defensa que esperar más tarde en el día. Aunque Tom era el primero en todas las clases, era el mejor en esas dos por un margen significativo. Y el descarado favoritismo de Slughorn podía ser bastante gratificante.

Eglantine y Lucretia se unieron a Peverell, considerando que era conveniente ayudarlo como si fueran guías especialmente serviciales que habían jurado cumplir con su deber altruista. Definitivamente, olían a segundas intenciones, pero Tom dejaría que Peverell lo discerniera por sí solo, tal como lo dejó a él para que sufriera su parloteo insulso.

Tom entró en el aula y se encontró con que Dumbledore la había decorado con su habitual maximalismo exagerado. Habían colocado mesas delgadas por todo el perímetro de la sala, sobre las que descansaban astrolabios sobre pufs de terciopelo morado, esferas armilares que giraban suavemente, escafos en forma de cuenco, astrarios en miniatura y todo tipo de otros pequeños instrumentos decorativos anticuados, todos ellos hechos completamente de plata, que zumbaban y echaban humo y emitían ruidos tintineantes que distraían. Tom fantaseaba con destrozarlos a todos con un gran golpe de magia. Su frivolidad quisquillosa lo ofendía.

—¿Sentarse contigo? —le preguntó Orión a Peverell rápidamente, antes de que las chicas pudieran reclamarlo. Orión se había vuelto un poco fantasioso con el nuevo chico después de la escena en el desayuno. Qué maldito Hufflepuff, tener la lealtad de uno disponible para ser comprada tan barata. Tom no pudo evitar burlarse mientras se acomodaba en su propio escritorio con Corvinus.

Todos acababan de tomar asiento cuando Dumbledore entró en la habitación con un brillante movimiento de su horrible túnica adornada con lentejuelas.

—Bienvenidos, bienvenidos a mis alumnos, tanto antiguos como nuevos —dijo Dumbledore con una sonrisa afable a Peverell, cuyo rostro tenía una expresión complicada—. Nos embarcamos ahora en su período de estudio más importante hasta la fecha. Al final de este año, todos ustedes realizarán sus exámenes TIMOS, que darán forma y determinarán las oportunidades disponibles para ustedes durante el resto de su carrera educativa y más allá.

Dumbledore habló largo y tendido sobre la importancia de sus TIMO y sobre cuánto estudio riguroso tenían por delante durante casi una hora antes de pasar finalmente a la instrucción práctica. Tom, que estaba bastante seguro de que aprobaría con una nota alta incluso si se presentaba a los exámenes ese mismo día, dejó que su mente se desviara hacia otros temas hasta que la clase se dispuso a practicar hechizos de desaparición.

—Eso es imposible —se quejó Corvinus después de varios intentos infructuosos—. Tú te turnas para intentarlo.

Tom realizó el hechizo impecablemente en su primer intento y sonrió elocuentemente a Corvinus.

Lestrange se enfurruñó. “Está bien, esto es imposible para cualquiera que no sea un genio ” .

En ese momento, Orión gritó desde el escritorio que tenían frente a ellos: “¡Brillante, Hadrian! ¡Primer intento también!”

Tom frunció el ceño. No debería sorprenderse; había sentido la poderosa magia del otro chico en el momento en que se habían tocado. Pero, sin embargo, le dolía. Tom se había acostumbrado a ser el único estudiante excepcional en Hogwarts, y le disgustaba la sensación de que ya no fuera del todo así. Aunque, sin duda, ningún otro simple estudiante podía compararse de forma significativa con Tom, que había alcanzado la inmortalidad, hablaba el lenguaje de las serpientes como el propio Salazar Slytherin y ya estaba plantando las semillas de las que sabía que crecerían las raíces de su imperio.