“No pienses, Espíritu rebelde, que tu forma es la misma, o que tu brillo no ha disminuido, como cuando estabas en el Cielo erguido y puro.”
-John Milton, 'Paradise Lost' IV: 835_________
Esa noche, en la cama, incapaz de dormir por el resentimiento, Tom reevaluó sus objetivos para el próximo trimestre. El principal de ellos seguía siendo, naturalmente, encontrar y abrir la Cámara de los Secretos. Sin embargo, se había añadido una nueva prioridad a su lista en segundo lugar, y se sentía casi tan urgentemente urgente: poner a Hadrian Peverell firmemente en su lugar, afirmar su propia superioridad sobre él y luego reclutarlo para sus Caballeros o descartarlo ignominiosamente, según le conviniera a Tom después. Tom sintió que se le torcía la boca de salvaje placer al imaginar a Peverell postrándose de rodillas ante él. Por supuesto, la preparación de la LMI, el trabajo escolar y los deberes de prefecto de Tom seguían siendo preocupaciones secundarias, aunque seguían siendo importantes.
Tom se dio la vuelta en la cama, incapaz de encontrar una posición cómoda a pesar de que la cama con dosel era una gran mejora con respecto a la estrecha cama en la que había estado todo el verano en Wool's. Se puso la mano izquierda, la que sostenía el anillo Gaunt, sobre la boca y sopló su aliento cálido. Desde que Peverell le había quitado temporalmente el frío, a Tom le había resultado difícil ignorar la incomodidad continua a la que casi se había acostumbrado durante los dos meses anteriores. Ya había descubierto que los períodos de calentamiento no surtían efecto.
Maldito Peverell. Tom no se había sentido tan desorientado en años como esa noche cuando estaba con el otro chico. Todas las estudiadas gracias, expresiones educadas y astutas estratagemas de Tom lo habían abandonado ante la poderosa y extrañamente familiar magia del recién llegado. Tom había querido abrir a Peverell como si fuera un berberecho recién comprado en la playa y engullirlo todo para sí mismo. En cambio, él, el estudiante más brillante que Hogwarts había visto jamás, había parecido un torpe. Era intolerable.
Tom sopló de nuevo, con más agresividad, contra su propia mano, tanto para desahogar sus sentimientos como para perseguir un calor esquivo. Al inhalar una nueva bocanada de aire, percibió un olor tenue pero inconfundible que emanaba del dedo anillado. Tom lo apartó bruscamente de su rostro. Se dio cuenta, con una angustia apagada pero cada vez más intensa, de que lo que había percibido era el olor del osario.
Un balido de pánico animal hizo que los pensamientos de Tom se quedaran en blanco por un momento. No podía soportar ninguna contemplación de su propia mortalidad, del potencial que tenía su cuerpo físico de expirar, descomponerse, de pudrirse como basura. ¿Qué había hecho? ¿Había estropeado el ritual? ¿Por qué aquello que más debería tranquilizar a Tom acerca de su propia inmortalidad llevaba consigo el hedor de la tumba?
Estaba en un refugio antiaéreo, agachado con los brazos cruzados sobre la cabeza para protegerse, una postura que no se diferenciaba de la de un encogimiento de hombros; unos niños patéticos sollozaban débilmente a su alrededor; iba a morir atrapado allí como un muggle, como si no fuera nada. Nadie recordaría su nombre.
No, Tom se obligó a controlar sus propios pensamientos, disgustado consigo mismo. Sabía que había realizado el ritual a la perfección. Tenía un Horrocrux; nunca moriría de una manera lamentable y anónima en algún sucio túnel de un tubo muggle. El leve olor desagradable, un destello rojo que a veces veía en el espejo dentro de sus ojos oscuros, un solo dedo frío... Eran precios bajos, en verdad, para la eternidad. La apariencia, las facultades y la habilidad de Tom no se habían visto disminuidas perceptiblemente. Todo estaba bien y Tom tenía el control.
El sueño tardó mucho en llegar esa noche.
La mañana siguiente amaneció gris y fría en las Tierras Altas de Escocia. El dormitorio de Slytherin tenía una especie de frialdad limpia y vigorizante en el aire que alivió los últimos rastros de malestar de los nervios de Tom. Se levantó antes que el resto de sus compañeros para vestirse, arreglarse el cabello y lavarse los dientes. Tom disfrutó de la sensación de ver a sus compañeros todavía descalzos y con los pies descalzos mientras que él estaba perfectamente arreglado. Empezó el día desde una posición de ventaja, una que tenía la intención de mantener.
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What In Me is Dark, Illuminate (traducción)
Fiksi PenggemarEnlace: https://archiveofourown.org/works/53293264 _________ "El Diablo se quedó avergonzado y sintió cuán terrible es la bondad, y vio cuán hermosa era la Virtud en su forma; vio y lamentó su pérdida". -John Milton, 'El pa...