Capítulo 4: La ducha más larga de la historia

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Pov Annabeth

Después de un largo viaje en avión, un inesperado encuentro con los hijos de Lycaón, una maratón por medio Brooklyn, un baño de excremento, un grifo, y un toro mecánico, finalmente regresamos. Y esta vez el viaje desde Brooklyn hacia el campamento fue menos peligroso y con menos adrenalina, pero no por eso dejó de ser incómodo. El pegaso de Silena me lo dejó bien claro cuando al permitirme montarlo hizo un gesto de desagrado ante mi olor a porquería de vaca.

Dioses, ansiaba llegar a tiempo para darme un baño, y dudaba que uno solo fuera suficiente.

A medida que volábamos y dejábamos atrás la ciudad, noté cómo el verde de las hojas del bosque había perdido su tono vibrante. Muchas se estaban amarilleando, e incluso algunas ya habían caído. El invierno ya estaba cerca.

Finalmente, después de lo que parecía una eternidad, vislumbramos el campamento a lo lejos. Descendimos en una espiral lenta, aterrizando justo en medio del área de cabañas, frente a los baños. Mientras tocábamos tierra, noté cómo muchos campistas dejaban de hacer lo que estaban haciendo para apresurarse a vernos. Sus caras reflejaban curiosidad y sorpresa. Sonreí a medias, reconociendo que aunque muchos habían regresado como se había planeado, el número no era el mismo que a finales de verano.

Aún faltaban muchos aquí.

Pero ignorando eso, me era raro ver a los campistas sin sus distintivas playeras naranjas. La temperatura había comenzado a bajar hace unos meses, y no era lo más sensato correr, entrenar o prepararnos vistiendo un juego de pantaloncillos con una playera manga cortas. No, casi todos vestían prendas de ropa abrigada, cada una diferente de otra. Silena había sugerido el verano pasado traer una nueva línea de ropa de invierno. No sé qué tan avanzada esté con eso.

-¡Annabeth!- Llamó una voz entre los campistas.

Malcolm, mi medio hermano, se abrió paso entre la multitud. Caminaba hacia nosotros con una sonrisa aliviada, pero tan pronto llegaron a menos de tres metros de mí, se detuvo en seco. Sus rostro frunciendo con asco.

-Oh...- Dijo Malcolm, incapaz de ocultar su desagrado. -Estás...-

Suspiré, consciente del hedor a porquería que emanaba de mí.

-Sí, lo sé.- Respondí, resignada. -También me alegro de verte.-

Malcolm hizo una especie de mueca, luchando por mantener la compostura.

Agradecí su esfuerzo y miré alrededor, sintiendo una mezcla de vergüenza y alivio. Mientras Silena y Charlie ayudaban a calmar al pegaso, Alex se acercó a mí, ofreciéndome una sonrisa de apoyo.

Respondí a medias. No podía esperar más para entrar a los baños y deshacerme de toda esa suciedad. Pero... como si los planetas se alinean en mi contra, no tuve mi ducha anticipada de inmediato.

Por alguna razón las tuberías de agua del bloque de duchas habían sido voladas. No fue difícil darse cuenta de lo que había sucedido. Los consejeros principales de Ares y Apolo estaban gritando justo afuera de los baños.

-¡Es asunto mío cuando aterrorizas a uno de mis campistas!- Michael Yew exclamó.

Era dos cabezas más bajo que cualquier otra persona en el campamento, pero apenas se notaba su forma de comportarse. Se acercó cara a cara con Clarisse, o bueno cara a codo, y le clavó el dedo en el hombro.

Cualquiera lo habría considerado dos veces. Este fue un movimiento peligroso, ya que se sabía que Clarisse pulverizaba a la gente solo por mirarla de manera extraña. Los hijos de Ares eran famosos por su carácter irascible.

-Imprudente.- "El último Héroe del Olimpo." (Saga Percy Jackson x Oc)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora