Capítulo 4: La Inauguración (Sophie)

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El río Sena, el tan esperado escenario iluminado y adornado para la ocasión, estaba listo y preparado para recibir a los atletas en un desfile que prometía ser memorable para toda la historia. Sin embargo, mientras los demás atletas se emocionaban y compartían risas y abrazos, yo me sentía un poco fuera de lugar. No era fanática de estar bajo el reflector, y la idea de estar en el centro de la atención me resultaba incómoda la mayoría de la veces, lo único que detenía en ese lugar era poder aparecer en televisión y que mis padres y todas las personas que me habían apoyado estaban ahí para verme.

Me encontraba justo en la línea de espera para abordar los botes que nos llevarían al escenario de la ceremonia de inauguración. Observaba a mi alrededor, tratando de encontrar a mis nuevas amigas del equipo canadiense. La emoción colectiva y el bullicio de la multitud me resultaban abrumadores, y trataba de mantenerme tranquila mientras buscaba a las caras conocidas en la marea tan invasiba de atletas.

Finalmente, pude ver a mis amigas un poco más adelante de la fila y decidí acercarme porque todos ibamos a abordar el mismo barco. Sin embargo, en medio de la agitación y el movimiento constante, no ví a un compañero y tropecé con su pie. Perdí por completo el equilibrio y, como si fuera en cámara lenta mi mente empezó a pensar en que estaba callendo y en todo el daño que me iba a hacer y con muchas probabilidades de no poder competir por una tontería y que mi vida deportiva se iba a acabar.

El corazón me latía con fuerza sabiendo y conociendo las probabilidades que tenía de no poder ni empezar a competir en mi sueño tan esperado. Pero justo cuando parecía que iba a terminar mal, unas manos firmes y rápidas me sujetaron y evitaron que cayera al suelo. Miré hacia arriba y vi a un joven en un traje azul, rojo y blanco. Su presencia era calmante y enérgica a la vez.

-¡Oh, lo siento mucho!- dije, tratando de recuperar la compostura mientras me enderezaba.

-No te preocupes, estoy aquí para ayudar- me respondió, con una de esas sonrisas tan esperanzadoras y trquilizadoras que he podido encontrar en ese momento de bullicio. -¿Estás bien?-

-Sí, gracias. Soy Sophie, de Canadá- dije, tratando de mantener la compostura, al mismo tiempo que extendía mi mano hacia él y dejando en claro de que nación era.

-Lucas, de Inglaterra,- respondió tanto a lo verbal como al saludo. -algo me dice que prácticas Gimnasia, ¿verdad?-

No lograba entender como él podía saber que deporte practicaba solo por ver mi uniforme de gala y mi actitud, antes de continuar con mi profunda investigación tenái que contestar -Sí, y tú?- no quería parecer como desinformada, pero por más que tratara de adivinar el deporte que practicaba como su uniforme como única fuente de información se me hacía imposible.

Lucas parecía ser la persona que irradiaba confianza y calidez. Aunque en ese momento no podía concentrarme demasiado en él, me llamó la atención su actitud relajada y su sonrisa genuina. Empezamos a conversar brevemente y hablando sobre lo emocionante que era el momento, pero rápidamente me di cuenta de que él estaba tan ansioso por la ceremonia como yo estaba nerviosa. Sinceramente no presté mucha atención a lo que estabamos platicando porque me estaba intentando concentrar en la ceremonia, en mis amigas y en mi caballero vestido de traje azul, blanco y rojo.

-Bueno, parece que estamos a punto de comenzar- dijo, no sabía si su eqiupo estaba por subir a los barcos o simplemente se había aburrido de mi.

-Sí, te parece si nos vemos después?- tuve que decir, mandandole una sonrisa inconciente y tratando de hacer todo lo posible para poder verlo otra vez.

Mientras me dirigía hacia el bote asignado a nuestro equipo y ya con mis amigas, me encontré reflexionando sobre ese breve pero significativo encuentro. Lucas había sido un inesperado salvador, y aunque nuestra conversación había sido breve, su presencia había sido reconfortante en medio de mi incomodidad. Él fue mi oasis en medio del desierto del Sahara.

Después de una eternidad o lo que había parecido una eternidad para mi, subimos a los botes, y el evento comenzó con la majestuosidad que se esperaba. A medida que el bote se movía por el Sena, el paisaje se transformaba en un espectáculo de luces y colores. La ceremonia era más grandiosa de lo que había imaginado, y aunque seguía sintiendo un nudo en el estómago, el espectáculo y el orgullo de representar a mi país me llenaban de una nueva determinación.

El desfile fue una mezcla de emoción y nervios, pero el breve encuentro con Lucas me había dejado con una sensación de esperanza y calidez. Aunque no sabía qué esperar de los días siguientes, ese pequeño instante me hizo sentir que, quizás, este evento no solo sería un desafío deportivo, sino también una oportunidad para conexiones inesperadas y momentos inolvidables.

Un Amor OlímpicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora