Capítulo 2: El viaje (Sophie)

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Desde que era una pequeña niña, mis sueños siempre habían estado llenos de acrobacias, saltos y giros imposibles. Mis padres me inscribieron en clases de gimnasia cuando tenía cinco años, y desde el primer momento supe que había encontrado mi pasión. A partir de ese día, mi vida giró en torno a la gimnasia.

Las horas interminables de entrenamiento, las caídas dolorosas, las lesiones que parecían nunca sanar del todo... Todo valía la pena cada vez que lograba un nuevo movimiento, cada vez que subía al podio y escuchaba el himno de mi país. Pero esos momentos de gloria eran solo una pequeña parte del sacrificio diario que conllevaba ser una gimnasta de élite.

Mis amigos de la infancia se fueron alejando a medida que pasaba más tiempo en el gimnasio y menos tiempo en las salidas y fiestas. Mientras ellos disfrutaban de los fines de semana y las vacaciones, yo me levantaba al amanecer para ir a entrenar. Mis padres, siempre apoyándome, sacrificaron innumerables horas y recursos para que pudiera seguir mi sueño. Les estoy eternamente agradecida.

El día que recibí la carta del Comité Olímpico Canadiense fue uno de los momentos más emocionantes de mi vida. Mi entrenadora, la señora Johnson, me entregó el sobre con una sonrisa que no podía ocultar. Mis manos temblaban mientras lo abría. "Querida Sophie Sullivan, nos complace informarte que has sido seleccionada como representante de Canadá en la disciplina de gimnasia artística para los Juegos Olímpicos de 2024 en París."

Las lágrimas de alegría comenzaron a rodar por mis mejillas. Todos esos años de sacrificio y esfuerzo finalmente habían dado fruto. Llamé a mis padres de inmediato, y su alegría era palpable incluso a través del teléfono. Mi madre lloraba de felicidad y mi padre repetía una y otra vez lo orgulloso que estaba de mí. Fue un momento que jamás olvidaré.

Recibir mi uniforme oficial fue otro hito importante. Cuando lo saqué del empaque, sentí una oleada de orgullo. El uniforme era rojo y blanco, con el escudo de Canadá bordado en el pecho. Me lo probé frente al espejo, admirando cada detalle. Me sentí como una verdadera representante de mi país, lista para enfrentar el desafío más grande de mi carrera.

Los días previos a la partida fueron un torbellino de emociones y preparativos. Mi familia organizó una pequeña fiesta de despedida, donde amigos y familiares vinieron a desearme suerte. Me sentí abrumada por el amor y el apoyo que recibí, y me prometí a mí misma que no los decepcionaría.

El día del viaje, mi familia me acompañó al aeropuerto de Toronto. El ambiente estaba cargado de emoción y nerviosismo. Mientras esperábamos en la puerta de embarque, mis padres me dieron un último abrazo. "Estamos tan orgullosos de ti, Sophie. Recuerda disfrutar cada momento y dar lo mejor de ti," dijo mi madre, con lágrimas en los ojos.

"Has trabajado muy duro para llegar hasta aquí. No olvides que, pase lo que pase, ya eres una campeona para nosotros," añadió mi padre, dándome una palmada en el hombro.

El vuelo a París fue largo, pero lleno de anticipación. Intenté dormir un poco, pero mi mente estaba demasiado ocupada repasando mis rutinas y visualizando las competencias. Cuando finalmente aterrizamos, un equipo del Comité Olímpico Internacional nos recibió y nos llevó a la Villa Olímpica.

La Villa Olímpica era impresionante. Un lugar vibrante y lleno de energía, donde atletas de todo el mundo convivían y se preparaban para sus competencias. Nos asignaron nuestras habitaciones, decoradas con los colores y emblemas de Canadá. Me sentí honrada y orgullosa de estar allí.

Recibí mi acreditación oficial y una bolsa de bienvenida llena de recuerdos y artículos útiles para los atletas. Me instalé en mi habitación, compartida con otras gimnastas del equipo canadiense. La emoción en el ambiente era palpable, y todas compartíamos la misma mezcla de nervios y entusiasmo. Eso nos hizo entendernos muy bien entre todas y así pude hacer una de las amistades más rápidas que he hecho en mi vida, mi gran amiga Olivia, ella iba a competir en otra categoría pero también iba a representar a Canadá en gimnasia.

Esa noche, mientras me preparaba para dormir, reflexioné sobre el largo camino que me había traído hasta aquí. Todos los sacrificios, las lágrimas y los momentos de duda habían valido la pena. Estaba a punto de vivir mi sueño olímpico, y no podía esperar para dar lo mejor de mí en cada rutina. París me esperaba, y yo estaba lista para enfrentar el desafío con todo mi corazón.

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