Capítulo 13: Cita Inusual (Sophie)

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El primer rayo de sol se coló por las cortinas de mi habitación, despertándome suavemente. Hoy era ese día tan esperado. Desde que tenía memoria, había soñado con este momento: la final olímpica de gimnasia rítmica, donde competiría contra las mejores del mundo. La presión era inmensa, pero también lo era la emoción. Sabía que, al caer la noche, podría estar sosteniendo una medalla olímpica en mis manos, la culminación de años de esfuerzo, sacrificio y pasión.

Me levanté de la cama con una mezcla de nervios y determinación. Sabía que necesitaba mantener la calma y la concentración si quería rendir al máximo. Comencé mi mañana con una rutina de estiramientos ligeros, intentando relajarme y centrarme en lo que estaba por venir. Mi mente repasaba cada paso, cada giro, cada lanzamiento. Sabía que cada detalle contaba y que no había margen de error. Mientras me preparaba, mi teléfono sonó con un mensaje de Lucas. "Hoy es tu día, Soph. Te veré brillar esta noche". Solo leer sus palabras me hizo sonreír y me recordó lo afortunada que era de tenerlo a mi lado.

Después de desayunar, me dirigí a mi entrenamiento matutino. Quería asegurarme de que cada músculo estuviera listo, cada movimiento pulido. El pabellón estaba relativamente tranquilo, una calma antes de la tormenta que se avecinaba en la noche. Me concentré en mi rutina, repitiendo los movimientos una y otra vez hasta que se sintieron como una segunda naturaleza. En esos momentos, la gimnasia rítmica no era solo un deporte para mí, sino una forma de expresarme, de dejar que mis emociones fluyeran a través de cada movimiento.

Sin embargo, mientras entrenaba, algo inesperado sucedió. Emily llegó corriendo a decirme que Lucas estaba a punto de competir en la última etapa de la competencia completa de equitación a las afueras del Palacio de Versalles. Mi corazón dio un vuelco. Sabía lo importante que era para él esa competencia, y de inmediato supe que tenía que estar allí para apoyarlo. Dejé mi entrenamiento con la promesa de volver lista para la final, pero en ese momento, mi prioridad era mi amado Lucas.

El viaje hacia Versalles fue como un sueño. Mientras el coche se desplazaba por las calles bordeadas de árboles, mis pensamientos estaban con Lucas. Imaginaba su concentración, su conexión con su caballo, Pakal, y la determinación que siempre veía en sus ojos antes de una competencia importante. Cuando llegué al palacio, su majestuosidad me dejó sin aliento. Los jardines perfectamente cuidados, las fuentes resplandecientes bajo el sol, y el imponente edificio al fondo me recordaron la grandeza del evento al que estaba a punto de asistir.

Al entrar en el área de competencia, algunos miembros del equipo de Canadá me vieron y me saludaron con entusiasmo, pensando que iba a visitarlos a ellos. Me invitaron a sentarme con los entrenadores del equipo, y aunque sus gestos eran amables, no pude evitar sentir una ligera incomodidad. Sabía que esperaban que estuviera allí para apoyar a su jinete, pero mi corazón estaba con Lucas y siempre lo estaría. Me senté con ellos, agradecida por la compañía, pero mi atención estaba completamente centrada en la pista, donde Lucas estaba a punto de competir.

La competencia comenzó, y aunque no entendía todos los aspectos técnicos de la equitación, podía sentir la tensión en el aire. Cada jinete que salía a la pista lo hacía con una concentración y una precisión que me dejaron asombrada. Pero cuando Lucas apareció, todo cambió para mí. Lo vi montado en Pakal, su postura perfecta, su mirada fija en el recorrido. No podía apartar la vista de él. Había algo en la forma en que se movía, en cómo su caballo respondía a sus comandos, que me hacía sentir una conexión profunda con lo que estaba sucediendo.

A medida que avanzaba la competencia, el ambiente se volvió cada vez más intenso. Lucas y el jinete canadiense estaban en una feroz batalla por el primer lugar, y cada salto, cada obstáculo, era crucial. Vi cómo Pakal se movía con una elegancia y una potencia que me dejaron sin aliento. Lucas lo guiaba con una precisión impecable, y juntos, parecían invencibles.

El último obstáculo fue un momento decisivo. Vi cómo Lucas y Pakal se preparaban para el salto, y mi corazón latía con fuerza en mi pecho. El salto fue perfecto, y cuando cruzaron la línea de meta, supe que habían ganado. El rugido del público confirmó mis pensamientos, y una oleada de alegría me invadió. Me levanté de mi asiento y aplaudí con todas mis fuerzas, gritando el nombre de Lucas. Pero al mirar a mi alrededor, noté que algunos de los miembros del equipo canadiense me miraban con desagrado. Sabía que había intensificado la rivalidad entre nuestros equipos, pero en ese momento, nada me importaba más que ver los sueños cumplidos de mi novio.

Lucas y yo compartimos un momento de celebración breve pero intenso. Nos abrazamos, y pude ver el orgullo y la alegría en sus ojos. Le susurré cuánto lo admiraba, cuánto me inspiraba su determinación y su habilidad. Pero sabía que no podía quedarme mucho tiempo. La final de gimnasia rítmica me esperaba, y necesitaba estar en mi mejor forma.

Me despedí de Lucas con un beso, prometiéndole que nos veríamos más tarde esa noche, después de mi competencia. De camino a la villa olímpica, mi mente estaba dividida entre el orgullo que sentía por Lucas y la presión de lo que me esperaba. Pero sabía que tenía que concentrarme. Esta noche era mi oportunidad de demostrar todo por lo que había trabajado.

Cuando llegué a la villa, me sumergí de nuevo en mi entrenamiento. Repetí mis rutinas, puliendo cada movimiento, cada detalle. Mis entrenadores me observaban con atención, dándome consejos y recordándome que este era mi momento. Sentía la presión, pero también una extraña calma. Sabía que estaba lista, que había hecho todo lo posible para prepararme.

La tarde pasó en un abrir y cerrar de ojos, y pronto, la noche llegó. El estadio estaba lleno de energía, de expectación. Podía sentir la tensión en el aire mientras las mejores gimnastas del mundo se preparaban para competir. Entré en la zona de competencia, mi corazón latiendo con fuerza, pero cuando vi a Lucas sentado en la primera fila, toda la presión pareció desvanecerse. Su mirada estaba fija en mí, y en ese momento, supe que podía hacer cualquier cosa.

La música comenzó, y con ella, mi rutina. Cada movimiento fluía con una precisión y gracia que me hicieron sentir como si estuviera en un sueño. Inicié con movimientos suaves, permitiendo que mi cinta se deslizara en el aire con una fluidez que me llenó de confianza. A medida que avanzaba, la rutina se volvía más compleja. Realicé giros rápidos y saltos altos, manteniendo la cinta en movimiento constante. Sentía la energía del público, pero mi concentración estaba en cada movimiento, en cada detalle.

Cuando la música alcanzó su clímax, realicé un salto final, girando en el aire mientras la cinta se enroscaba a mi alrededor en una espiral perfecta. Aterricé con gracia, sintiendo que el mundo se detenía por un segundo. Luego, el estallido de aplausos me devolvió a la realidad. Había terminado, y sabía que había dado lo mejor de mí.

Los jueces deliberaron, y el momento de la verdad llegó. Cuando anunciaron que había ganado la medalla de oro, sentí una oleada de emociones que no pude contener. Corrí hacia Lucas, quien se había levantado de su asiento, y me lancé a sus brazos. Nos besamos con una pasión que solo podía venir de un momento como este. No importaba quién mirara, no importaba la rivalidad entre los equipos, solo importaba que estábamos juntos, celebrando este momento increíble.

Lucas me entregó un enorme ramo de girasoles, mis flores favoritas. Sus ojos brillaban de orgullo y amor, y supe que este era solo el comienzo de algo aún más grande. Mientras salíamos del estadio, con las luces de París brillando en la distancia, sentí que estaba en la cima del mundo. Tenía a Lucas a mi lado, una medalla de oro alrededor de mi cuello, y el mundo entero por delante.

La noche no terminó ahí. Después de la ceremonia de premiación, Lucas y yo decidimos alejarnos del bullicio de los festejos y caminamos por los jardines de la villa olímpica. Las estrellas brillaban en el cielo, y el silencio de la noche era un contraste perfecto con la euforia del día. Caminamos de la mano, sin necesidad de palabras, dejando que la tranquilidad de la noche nos envolviera.

Llegamos a un pequeño banco junto a una fuente, y nos sentamos. Lucas me miró con esa sonrisa que me derretía, y sin decir nada, sacó una pequeña cajita de su bolsillo. Mi corazón se detuvo por un segundo. ¿Era lo que pensaba? No podía ser. Todavía estábamos asimilando lo que había pasado hoy, y ya estaba soñando con lo que podría suceder en el futuro.

Lucas abrió la caja, revelando un colgante en forma de estrella con un pequeño diamante en el centro. -No es lo que parece,- dijo, riendo al ver mi expresión de sorpresa. -Quería regalarte esto, algo que te pudiera recordar que siempre estaríamos el uno para el otro y que al ver una estrella sabríamos que nuestro amor era igual sin importar la distancia.- 

Un Amor OlímpicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora