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—¿De qué hablas?—murmuro, sintiendo su agarre en mi muñeca aflojarse un poco al escuchar mi voz, que trata de sonar más firme de lo que realmente me siento.

—No tengo interés en que sepas esto, pero ya que fuiste tan imprudente como para seguirme al baño...—me responde, encogiéndose de hombros. Su mirada se clava en mí, y yo, sintiéndome cada vez más pequeña, desvío la vista al suelo.

Aprieto la mandíbula, tratando de mantenerme firme, pero su presencia me abruma.

Una sonrisa interior parece estar ahí, aunque no la veo. La siento.

—¿Recuerdas esa noche de Halloween?—pregunta, y mis ojos se abren de par en par. Una oleada de recuerdos me golpea, y mi cuerpo tiembla levemente al recordar el miedo que sentí.

El avanza un paso, y mi corazón late más rápido. La tensión en el aire se vuelve palpable.

—Iba a aprovecharme de que todos estaban en esa ridicula fiesta para cumplir mis objetivos...—continúa, y me doy cuenta de que su mirada se desvía hacia el basilisco detrás de mí. Trato de no moverme, pero la ansiedad me empuja hacia un lado. —Aunque todo eso atrasó el que yo descubriera este lugar, descubrí algo mucho más interesante—me dice, y siento que su cercanía se vuelve insoportable.

A medida que habla, sus palabras se vuelven como dagas, y no puedo evitar recordar la vulnerabilidad que sentí esa noche.

—Al principio solamente iba con intenciones de encontrar algo sobre esta cámara...—hace una pausa, y mi respiración se vuelve irregular. Su mirada se clava en mí, y la confusión se mezcla con el miedo. —Yo tan solo tenía doce años, y te vi, una clara víctima de algunos tontos que ficharon a una niña de primer año—su voz se vuelve burlona.

—¿M-Me puedes ayudar...?—jadea la pequeña Victoria de once años.

—Estas enfermo, Riddle—suelto con notorio desprecio. Trato de clavar alguna herida, pero su rostro serio y esos insoportables ojos castaños me recuerdan lo estúpida que soy. Claramente el lo esperaba, y le va bien burlándose de mi insulto.

La burla en su voz me hiere, y me muevo, tratando de alejarme de su alcance.

—Deja de interrumpirme, niña—me suelta bruscamente, dándome lo que pido, y el desprecio en sus palabras me paraliza.

Mi mente grita que debo huir, pero mis pies parecen estar pegados al suelo.

—Cuando detallé tus ojos negros, supe que estabas hecha con un final—dice. Su mirada es intensa, y no puedo evitar preguntarme qué es lo que realmente quiere de mí—Estás destinada a esto.

Da un paso a delante, tiemblo de terror, no puedo moverme. Sus ojos brillan...no...arden, de una manera que jamás había visto. Dilatan destruccion a medida que se acerca más.

Mi mente se vacía por completo, siento su calidez acercándose y solo puedo sentir miedo, desesperación y duda. Duda por si voy a vivir.

Al estar tan cerca de mi, sus manos se acercan a mi rostro. Puedo detallarlas mejor, son enormes, del tamaño de mi cara, podría decir. Tan pálidas con el resto de él. Tiene anillos plateados al rededor de sus dedos, los mismos que quemaron mi cuello ante su agarre.

Tomo un gran amargo trago de saliva, que pasa por mi garganta con dificultad. Ninguna de mis extremidades funcionan, solamente mis ojos, que están fijos en cada movimiento que Tom emite.

ℛ𝓊𝓃   //Tom Riddle//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora