Amenazas

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         Penelope aún se sentía resentida al día siguiente, realmente la mezcla de alcohol le había afectado y bueno, ya no tenía 20 años como para resistir como su hermana menor. El hecho que la última columna estaba horriblemente mal escrita no ayudaba en absoluto y,  para colmo, el teléfono a su lado distrajo su atención cuando comenzó a sonar.

– Penelope, te busca tu madre – dijo la encargada de la entrada.

– Ay no –se quejó la muchacha. Cada cierto tiempo su madre hacía notar su presencia y lo hacía con todo el espectáculo posible –voy enseguida.

Y aunque en el fondo tratara de bajar lo más lento posible para retrasar el encuentro lo más que pudiera, sabía que lo más sano y seguro era que se apurara.

– Por fin llegas –dijo la mujer.

– Hola para ti también mamá –dijo la muchacha acercándose, pero recibiendo un frio saludo en respuesta – ¿puedo saber a qué debo tu visita?

– ¿Acaso una madre no puede visitar a su hija?

– No en el trabajo –respondió Pen entre dientes.

– ¿Y yo cómo voy a saber eso? En nuestra familia nunca antes se había hecho algo así –señaló como si se tratara de un crimen– además ni siquiera llamaste para contarme como fue el cumpleaños de Bridgerton, no puedo creer que no me hayan invitado.

– Estuvo bien –respondió, evocando inconscientemente como terminó todo.

– Bueno, tengo la solución a tus problemas –dijo su madre de pronto.

– ¿Mis problemas?

– Harry ha dicho que puede presentarte a su primo James.

– ¿Qué? – pero Penelope había entendido perfectamente, solo necesitaba tiempo para procesarlo.

– Harry Dankworth, el marido de tu hermana Prudence – dijo su madre como si Penelope fuera tonta y no entendiera.

– Eso lo sé mamá, lo que no entiendo es por qué crees que conocer al primo de Harry solucionaría mis problemas... problemas que desconocía que tenía.

– El pobre no es muy hábil con los números y tu podrías ayudarlo a manejar su empresa, quien sabe a futuro puedan tener una hermosa relación y dejes de estar... aquí.

– Mamá yo no tengo idea de números.

– ¿No es lo qué haces acá? –preguntó la mujer extrañada.

Penelope cerró los ojos con frustración, era obvio que su madre no tenía idea de cuál era su trabajo, nunca le había interesado y ahora, lo último que le faltaba es que tratara de emparejarla con alguien que sea tan idiota como su cuñado.

– No, mamá –dijo buscando paciencia del algún lado.

– Penelope, la economía de nuestra familia no está en su mejor momento y tú solo eres un gasto.

– ¿Qué hay de mis hermanas? Las casaste como querías y siguen viviendo a expensas de ti – se quejó la pelirroja.

– No es lo mismo y lo sabes.

– Claro que lo sé –repitió Penelope enfadada– nunca ha sido lo mismo.

– Sino te casas este año tendré que reducir tu manutención y por mucho que te guste jugar a la trabajadora dudo que este lugar te dé la vida a la que estás acostumbrada.

La pelirroja abrió los ojos con sorpresa ¿su mamá la estaba amenazando? ¿acaso podía hacer algo así?

– Algo más que quieras decirme ¿madre? –no iba a discutir con ella en el hall de su trabajo. Ya tendría tiempo para averiguar si su madre podía prácticamente desheredarla si no cumplía con sus caprichos.

El precio del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora