"Prométeme que no te vas a alejar mucho."
"Pometo."
"Por la garrita, Isaac."
Mi bebé estiró su manito y me mostró su pequeño meñique, yo estiré el mío y entrelacé ambos antes de asentir con la cabeza, dándole el permiso para que salga corriendo hacía los juegos para niños pequeños. Viernes por la tarde, tenía un tiempo para salir a pasear con mi pequeño antes de volver a casa y enviarle las fotos seleccionado al editor, ya que él se encargaba de elegir cuáles irían para la revista, y si necesitaba algo más, me lo diría.
Hasta el momento todo marchaba bien, aunque sabía que ese día había tomado el último supresor de los que me regaló Max y no contaba con el dinero para comprar más, y estaba bien, fue una buena semana, quitando el hecho de los primeros días con un celo altamente insoportable, me consideraba lo suficientemente estable en ese momento como para sobrevivir a los idiotas que seguro empezarían a molestarme el lunes por la salida, en la Universidad.
Admiré a mi pequeño caminando hacia la cantidad de niños, Isaac era un niño tan sociable, incluso en eso mi hijo parecía superarme, aparte del hecho que ya conocía y que Max me había mencionado hace poco, Isaac tenía más madera de Alfa que nadie, y no podía estar más orgulloso. Mi bebé sería alguien grande.
Sentí que alguien se sentó a mi lado y suspiré, odiaba el contacto innecesario, habiendo tantas bancas en el parque. ¿Qué necesidad? Yo había tomado ese día mi último supresor, así que no fue exactamente mi olor, o eso esperaba. Sin embargo, había algo diferente, por el hecho de que estábamos en un espacio abierto, se me fue un poco más difícil definirlo, pero eso no evitó que su delicioso aroma entrara a mis fosas nasales y en menos de dos segundos todo mi ser gimiera de puro gusto. Mierda.
"¿Que haces aquí?" Logré decir, queriendo sonar tan amenazante como un león, aunque un gatito llorando sonaba más peligroso que yo. Lo observé sonreí y aparté la mirada, no iba a enamorarme de esa preciosa sonrisa, o del modo como sus ojos se achinaban un poco. Dios, Alex, controlate.
"Oh. ¿Ya no me tratas de usted? ¿Debo sentirme mejor porque tomas confianza?"
"No, yo..." Su tono irónico no me gustaba, pero tampoco puedo decir que me disgustaba, simplemente me dejaba sin habla, y mi Omega, bueno, él ya se habría colocado en cuatro en este punto. "¿Me estás acosando? ¿Te debo algo por salvarme ese día?"
"No, al contrario." No comprendi a que se refería, sin embargo no me llamaba la atención hablar, mucho menos cuando cuidadosamente su rodilla tuvo contacto con la mía, enviándome una corriente de placer que pasó tal cual una descarga por todo mi cuerpo. Quise encogerme, desee alejarme de ese contacto pero por el contrario ronronee a gusto, divisando a mi pequeño Isaac a una distancia prudente, hablando de sabra Dios qué con los pequeños niños que lo rodeaban.
"Lukas ¿Qué...?"
"Alex, mírame." No tarde ni dos segundos en obedecerlo, aunque hubiera deseado lo contrario, anhelaba observar aquellos hermosos ojos que no salían de mi cabeza, o esa boca que me robó el mejor beso de toda mi vida. Su piel, su rostro, de verdad estaba aquí a mi lado, sentado, rozando y frotando suavemente su rodilla contra la mía. "¿Te gustaron las rosas?"
"Si, gracias."
Mordí y tiré suavemente de mi labio. ¿Entonces era verdad? ¿Lukas me estaba cortejando? ¿En ese punto debía saltar de alegría o decirle mi situación de una vez para apartarlo lo antes posible y no salir herido? Suspiré y sentí un lado de mi romperse al recordar mi situación, yo no soy material para cuento de hadas, soy Alex Fuerte, el imperfecto Omega. Observé a Isaac a la distancia y con un ligero silbido lo llamé, él ya conocía aquel suave sonido que tanto había practicado con él, así que me miró y me mostró una de sus más hermosas sonrisas, corriendo hacia la banca, casi cayendo al ir tan rápido y lanzándose sobre mi, aterrizando en mi rodilla, así que al fin me separé un poco de Lukas, lo suficiente para acomodarme y sentar a mi pequeño sobre mi muslo contrario.