𝗨𝗻 𝗗𝗶́𝗮 𝗽𝗮𝗿𝗮 𝗥𝗲𝗰𝗼𝗿𝗱𝗮𝗿 (𝗟𝗼 𝗖𝗲𝗹𝘀𝗼)

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Era una tarde lluviosa en Rosario, y la nostalgia me invadía mientras acomodaba los libros en la pequeña librería donde trabajaba. Giovani, mi novio de toda la vida, estaba jugando en el extranjero, y aunque sabía que su pasión era el fútbol, no podía evitar extrañarlo cada día. La librería era mi refugio, un lugar donde podía perderme entre las historias y, por un momento, olvidar su ausencia.

Esa tarde, mientras colocaba unos libros en la estantería, una voz familiar me sorprendió.

—Disculpá, ¿tenés algún libro sobre cómo reconquistar a una chica?

Levanté la mirada, y allí estaba él, con una sonrisa hermosa y los ojos llenos de amor. Mi corazón dio un vuelco y, sin pensarlo dos veces, corrí hacia él y lo abracé con todas mis fuerzas.

—Gio, no puedo creer que estés acá. —dije, con la voz entrecortada por la emoción.

—Cami, no podía esperar más para verte.

La felicidad de tenerlo de vuelta era indescriptible. Pasamos el resto del día recorriendo los lugares que solíamos visitar cuando éramos adolescentes. La lluvia no importaba; estábamos felices de estar juntos de nuevo. Caminamos por el Parque Independencia y nos detuvimos bajo un gran árbol para refugiarnos de la lluvia.

—Siempre supe que volverías, pero no sabía cuándo —lo miré con una mezcla de amor y nostalgia, sintiendo una oleada de emociones.

—Estar lejos de vos fue lo más difícil que he hecho, pero cada partido, cada gol, todo era por vos —Giovani me abrazó más fuerte, y sentí el calor de su cuerpo reconfortarme.

La lluvia comenzó a disminuir y un rayo de sol se coló entre las nubes, iluminando hacia nuestra dirección como si fuese una hermosa señal del cielo. Giovani sacó algo de su bolsillo: una pequeña cajita de terciopelo.

—No es un anillo, pero es algo que me gustaría que tengas —dijo, abriendo la caja para revelar un delicado colgante con un dije en forma de corazón—. Quiero que este día sea especial para nosotros.

Tomé el colgante con una sonrisa y, con la ayuda de Giovani, lo puse alrededor de mi cuello. Luego, lo besé con ternura, sintiendo que nuestro amor se fortalecía con cada momento que pasábamos juntos.

Decidimos ir a nuestro café favorito, un pequeño lugar escondido en una esquina del barrio. Allí, compartimos risas y recuerdos, disfrutando de la simple compañía del otro. Giovani me contó historias de sus aventuras en el extranjero, mientras yo le hablaba de los pequeños detalles de mi vida en Rosario.

—Te extrañé tanto, Cami —Giovani me miró con intensidad—. Prometo que no dejaremos que la distancia nos separe otra vez.

—Yo también te extrañé, Gio, pero sé que tu pasión por el fútbol es importante. Solo quiero estar a tu lado, sin importar dónde estemos.

La tarde pasó volando y, antes de que nos diéramos cuenta, el sol comenzaba a ponerse. Decidimos dar un último paseo por la costanera, donde el río Paraná reflejaba los colores del atardecer. Caminábamos de la mano, disfrutando de la brisa fresca y del sonido del agua.

Finalmente, nos detuvimos en un muelle solitario. Giovani me miró con una sonrisa que hizo que mi corazón se acelerara.

—Cami, este día fue perfecto. Gracias por hacerme sentir como en casa.

—Siempre serás mi hogar, Gio. No importa dónde estés, siempre te estaré esperando.

Giovani se acercó lentamente, su mirada fija en mis ojos. El mundo alrededor parecía desvanecerse, dejando solo el sonido del río y el susurro del viento. Nuestros corazones latían al unísono, cada vez más rápido, mientras la distancia entre nosotros se reducía.

Nuestros labios se encontraron en un beso lleno de emoción y amor. Fue un beso profundo y apasionado, cargado de todos los sentimientos acumulados durante el tiempo que habíamos estado separados. Las manos de Giovani se deslizaron suavemente por mi rostro, mientras yo me aferraba fuertemente a él, acercándolo aún más hacia mi dirección.

El beso se prolongó, cada segundo una eternidad, cada caricia un recordatorio de lo mucho que significábamos el uno para el otro. Era como si en ese momento todo lo demás desapareciera, dejando solo la intensidad de nuestro amor.

Cuando finalmente nos separamos, ambos respirábamos con dificultad, nuestras frentes apoyadas una contra la otra. Nuestros ojos brillaban con lágrimas de felicidad y nuestras sonrisas eran un reflejo del amor puro y sincero que compartíamos.

—Te amo, Gio. —susurré, mi voz llena de emoción.

—Yo también te amo, Cami. Siempre lo haré. —respondió Giovani, sellando su promesa con otro beso, esta vez suave y tierno.

Y así, bajo el cielo rosarino y los sonidos del río, Giovani y yo vivimos un día que recordaríamos por siempre, un día que reafirmó nuestro amor y nuestro compromiso de estar juntos, sin importar las circunstancias.

Cortitos de la ScalonetaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora