𝗥𝗶𝘀𝗮𝘀, 𝗘𝗷𝗲𝗿𝗰𝗶𝗰𝗶𝗼𝘀 𝘆 𝗣𝗲𝗾𝘂𝗲𝗻̃𝗼𝘀 𝗴𝗲𝘀𝘁𝗼𝘀 (𝗝𝘂𝗹𝗶𝗮́𝗻)

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En el bullicioso gimnasio de River Plate, donde los jugadores de fútbol entrenaban incansablemente, había una entrenadora física que se destacaba no solo por su destreza y conocimiento, sino también por su energía y sonrisa contagiosa. Adriana, una joven apasionada por el deporte, había trabajado allí por varios años y conocía a todos los jugadores, pero había uno en particular que le aceleraba el corazón: Julián Álvarez.

Desde el primer día que lo vio entrenar, Adriana sintió una conexión especial. Su forma de ser, su humildad y, por supuesto, su habilidad en el campo, la tenían fascinada. Pero, a pesar de sus esfuerzos, Julián parecía no notar sus sentimientos. Adriana decidió que era hora de ser más obvia, pero siempre de manera dulce y cariñosa.

Una mañana, mientras Julián llegaba al gimnasio, encontró una botella de agua con su nombre y una nota que decía: "Para que nunca te falte energía. - A." Julián sonrió, agradecido por el gesto, pero sin sospechar que era más que un simple detalle profesional.

Adriana sabía que el cumpleaños de Julián se acercaba, así que decidió hacer algo especial. Recordó que una vez él había mencionado su amor por los perros, especialmente por su mascota, un golden retriever llamado Rocky. Así que, decidió regalarle una pulsera con un pequeño colgante en forma de perro y una inscripción que decía: "Para que siempre lleves a Rocky contigo".

El día del cumpleaños de Julián, Adriana lo esperó al final de su entrenamiento. Con el corazón latiendo a mil por hora, se acercó y le entregó el pequeño paquete envuelto con un moño rojo.

—Feliz cumpleaños, Julián. Espero que te guste. —dijo, tratando de disimular su nerviosismo.

Julián abrió el regalo y al ver la pulsera, una sonrisa se dibujó en su rostro.

—¡Gracias, Adriana! Es hermoso, realmente significa mucho para mí. —respondió, abrazándola sin darse cuenta del rubor en sus mejillas.

A pesar de los gestos y la evidente atención de Adriana, Julián seguía pensando que ella solo era una buena amiga y profesional dedicada. Pero Adriana no se rendía. Sabía que a Julián le gustaba el café, así que todos los lunes, ella dejaba una taza de café caliente con una nota motivadora en su taquilla. "Para empezar la semana con energía. - A."

Un día, mientras entrenaban juntos, Julián se lastimó levemente el tobillo. Adriana, preocupada, se apresuró a ayudarlo.

—¿Estás bien? Dejame que te ayude. —dijo, con una mezcla de preocupación en sus ojos.

Julián, tocado por su cuidado, comenzó a notar algo que no había visto antes. Adriana estaba siempre allí, atenta, preocupada por él de una manera especial. Aun así, no quería creer que alguien como ella pudiera estar interesada en él.

Una tarde, después de un intenso entrenamiento, Adriana decidió invitarlo a cenar.

—Julián, pensé que después de tanto esfuerzo merecemos una buena comida. ¿Te gustaría ir a cenar conmigo esta noche?

Julián, sorprendido, pero feliz, aceptó. Durante la cena, hablaron de todo un poco: de fútbol, de sus sueños, de sus familias. Adriana se dio cuenta de que cada vez le era más difícil ocultar sus sentimientos.

Finalmente, en una caminata bajo las estrellas, Adriana decidió que era el momento perfecto para ser sincera, pero con suavidad.

—Julián, ¿sabés? Siempre me gustó estar cerca tuyo. Me encanta cómo te preocupás por todo y por todos, y... bueno, creo que eso es algo que no puedo ignorar más. —dijo, mirando las estrellas, tratando de evitar sus ojos para no sentirse demasiado vulnerable.

Julián se detuvo y la miró, comprendiendo lentamente lo que ella estaba tratando de decir.

—Adriana, nunca me di cuenta de todo esto. Siempre pensé que solo éramos buenos amigos. Pero ahora que lo decís, veo todo de una manera diferente.

Adriana sonrió tímidamente, sus mejillas ruborizadas.

—No estoy diciendo que debamos cambiar nada ahora mismo. Solo quería que lo supieras. Porque significás mucho para mí.

Julián tomó su mano suavemente.

—Adriana, vos también significás mucho para mí. Desde el principio sentí algo especial con vos, pero no quise malinterpretar tus gestos. Ahora veo lo que siempre estuvo delante mío. Me gusta cómo sos, tu energía, y cómo siempre estás ahí para mí. No quiero apresurarnos, pero quiero explorar esto con vos, ver a dónde nos lleva.

Adriana sintió un alivio inmenso al escuchar sus palabras. Sonrió con más confianza y asintió.

—Me encantaría, Julián. De verdad.

Y así, bajo la luz de la luna, se selló el inicio de una nueva etapa para ambos. Los entrenamientos no solo serían de esfuerzo físico, sino también de un amor que recién comenzaba a florecer, con la promesa de crecer fuerte y hermoso con el tiempo.

Cortitos de la ScalonetaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora