𝗡𝘂𝗲𝘀𝘁𝗿𝗼 𝗦𝘂𝗲𝗻̃𝗼 𝗖𝗼𝗺𝗽𝗮𝗿𝘁𝗶𝗱𝗼 (𝗝𝘂𝗹𝗶𝗮́𝗻)

135 4 0
                                    


Recuerdo como si fuera ayer la primera vez que lo vi. Julián y yo éramos apenas unos nenes jugando en la plaza del barrio. Nos hicimos amigos al instante, compartiendo risas y goles bajo el sol.

—¡Pasala, Bianca! —me gritaba Julián, siempre entusiasta.

—¡Tomá, Juli! —le respondía, lanzándole la pelota con fuerza.

Jugábamos con otros chicos del barrio, formando equipos improvisados. Yo siempre prefería estar en el mismo equipo que Julián, porque sabía que él siempre encontraba la manera de hacerme sonreír, incluso cuando perdíamos. Nuestra amistad creció con cada partido, cada tarde de juegos y charlas bajo los árboles.

Con los años, nuestras conversaciones se volvieron más serias. Mientras caminábamos juntos hacia la escuela, solíamos quejarnos de las tareas y de lo aburrido que era estudiar.

—No aguanto más matemáticas —decía yo, frustrada, con la mochila pesada a cuestas.

—Y yo no soporto historia —respondía Julián—. Pero, sabés, algún día voy a ser un jugador reconocido de la selección argentina. Ese es mi sueño.

—Y yo quiero ser médica —le decía con una sonrisa—. Ayudar a la gente, ¿te imaginás?

—Te imagino perfecta como doctora, Bianca —me decía él, con esa mirada que siempre me daba fuerzas.

A medida que crecíamos, nuestras vidas tomaron caminos diferentes. Yo me concentraba en mis estudios y Julián entrenaba cada vez más, luchando por su sueño de ser futbolista. A veces, pasaban semanas sin que nos viéramos, pero siempre encontrábamos un momento para charlar. Aunque él estaba cada vez más ocupado con sus entrenamientos, yo seguía apoyándolo en cada paso.

Una tarde, después de mucho tiempo, me llamó emocionado.

—¡Bianca! Mi mamá te invitó a comer fideos con salsa a casa. ¿Podés y querés venir?

—¡Claro, Juli! —le respondí feliz, recordando los viejos tiempos.

La cena fue como en los viejos tiempos, riéndonos y recordando nuestras travesuras de la infancia. Pero después, las distancias volvieron a separarnos. Nos mandábamos mensajes de vez en cuando, pero con el tiempo, hasta eso cesó. Me ponía triste, porque había comenzado a sentir cosas muy fuertes por Julián, pero siempre tuve miedo de destruir nuestra amistad.

Un día, recibí un mensaje que me llenó de alegría y nostalgia.

—Bianca, conseguí mis sueños. ¡Entré a la selección Argentina! Espero verte pronto para contarte sobre mis otros sueños.

No podía contener la emoción. Le respondí enseguida y tuvimos una llamada donde lo felicité entre lágrimas de felicidad. Estaba tan orgullosa de él. Le conté que aún estaba con mis estudios, pero que cada día estaba más cerca de finalizarlos y convertirme en médica. Julián me alentó como siempre lo había hecho, con palabras que me llenaban de ánimo.

Semanas después, su mamá me llamó para invitarme a una fiesta sorpresa en su casa, con su comida favorita. Era una ocasión especial para celebrar su logro. La sorpresa fue un éxito y después de un almuerzo increíble, Julián y yo salimos a dar un paseo por el barrio, recordando nuestro pasado con emoción.

—¿Te acordás cuando hablábamos de nuestros sueños? —dijo Julián, con una sonrisa.

—Sí, yo sabía que ibas a llegar lejos —respondí, orgullosa.

—Vos también lo vas a conseguir —dijo él, mirándome con esos ojos llenos de determinación.

—Muchas gracias, Juli. Siempre me haces sentir bien

Después de la charla nos quedamos en un suave, y para nada incómodo, silencio, pero, decidí romper el hielo.

—Me dijiste que me ibas a contar tus nuevos sueños... —dije, mirándolo curiosa.

De repente, Julián se puso nervioso. Lo vi frotarse las manos y tomar aire profundamente.

—Mis sueños ahora son estar con vos, Bianca. Toda la vida. Quiero que tengamos una familia, una mascota, ser felices con cosas básicas... Quiero que seas parte de todos mis días, desde hoy y para siempre, aunque no sé si vos querés lo mismo.

Sentí mi corazón latir con fuerza. Lo miré, sorprendida, pero feliz. Todo este tiempo, había tenido miedo de que mis sentimientos arruinaran nuestra amistad, y ahora él me estaba confesando que quería lo mismo.

—Julián... —dije, sin poder evitar sonreír—. Yo también quiero eso. Siempre tuve miedo de decirlo, pero ahora sé que vos sos el sueño más importante de mi vida.

Nos miramos a los ojos y, sin decir más, nos acercamos lentamente hasta que nuestros labios se encontraron en un beso lleno de amor. El beso fue suave al principio, pero se volvió más profundo y lleno de sentimientos, como si todo el amor que habíamos guardado durante años finalmente encontrara su salida.

Al separarnos, nos abrazamos con fuerza, como si nunca más quisiéramos soltarnos.

—Te amo, Julián —susurré contra su oído, sintiendo una mezcla de alegría y alivio.

—Te amo, Bianca —respondió él, con voz temblorosa, pero llena de convicción.

A partir de ese día, comenzamos a construir juntos nuestro futuro, sabiendo que el amor que nos unía era más fuerte que cualquier desafío. Prometimos apoyarnos mutuamente en cada paso, sabiendo que, aunque nuestros caminos habían sido diferentes, nuestros corazones siempre habían estado destinados a encontrarse.

Cortitos de la ScalonetaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora