Arizona, una fiel seguidora del romanticismo cultural, no ve fácil encontrar algo parecido el amor en este mundo y se encuentra en negación a ser deleitada por las muestras de afecto de chicos de su generación gracias a todas las expectativas que t...
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El calor fogoso apenas me permitía respirar en aquel circulo de personas. Pero para sorpresa de todos, la estaba pasando realmente bien.
Ni siquiera conocía la canción absurda y obsena que se escuchaba a través de los parlantes, pero el ritmo era contagioso.
No se me hizo tan difícil bailar, pues veía que las demás solo movían el busto y la cadera mientras se tocaban el pelo. Así que las copie, a mi manera, pero lo hice.
–Quiero otro. –Le comente a Olivia que estaba a mi lado, mostrándole mi vaso vacío.
–Ve con los chicos, allá arriba te van a atender mas rápido y no te van a cobrar. –Señaló con su cabeza detrás de ella, donde encontré, supuse yo, la barra de tragos. –Acá no te atienden mas.
–Esta bien.
Con un poco de vergüenza, empece a subir las escaleras de nuevo asegurándome de bajar bien mi vestido.
Le mostré al señor grandote que se parecía a Grú la pulsera de tela que nos dio a todos Hector. Después de alumbrarla con una linterna violeta me dejo pasar.
Yo le agradecí y camine hasta la mesa de antes. Santi se había ido, en su lugar estaba un chico pelirrojo al cual no conocía en lo mas mínimo, que conversaba de manera divertida con Victor. Mi hermano se unía a su conversación alegradamente y Hector, que levanto la mirada tan rápido como llegue, estaba concentrado con el movil.
Como estaban sentados en ese orden, apoye la cadera en la mesa y deje mi vaso en esta. Mi idea era sentarme, pero no conocía al pelirrojo y me daba vergüenza sentarme al lado de Hector. Irónico.
–Arizona! –Grito mi hermano, que claramente la estaba pasando genial.
Yo sonreí, pasando un mechón de pelo por mi oreja.
–Me puedes dar otro de estos? Por favor.
Me erguí ante la potente mirada de Hector a mi lado, mientras que Victor y su amigo ni siquiera me miraban realmente. Mi hermano largo una estruendosa risa.
–Uno mas porque no tomas nunca, y no comiste mucho. –Me señalo con el dedo.
Rodee los ojos y me mordí los labios antes de hablar. –Sisi bueno, me lo compras o no?
–Ve tu.
Mi hermano, con mucha despreocupación, se recostó en el sillón y quiso intrvenir en la conversación de Victor, pero yo lo frené.
–Me da vergüenza.
Mi hermano rodó los ojos y negó con una sonrisa. Se inclino para levantarse pero la mano que Hector le puso en el pecho lo frenó.
