CAPÍTULO 15: NUESTRO BAILE

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Sus dedos recorrían el contorno de su rostro, sus suspiros entre sueños le arrebataban las más tiernas sonrisas. La pelinegra había caído profundamente dormida y Faye no podía dejar de observarla, jugueteaba con su pelo alborotado, con esa cicatriz que ostentaba sobre su labio.

Pasando su lengua por el contorno de sus labios, recogiendo los restos de su sabor y estremeciéndose, habían saltado al vacío, se habían precipitado juntas hacía las tinieblas y jamás se sintió más libre, más viva como en ese instante observándola dormir.

Miró el reloj y suspiró, se estaba haciendo tarde, debía despertarla aunque no tenía ganas de hacerlo, estaba hermosa dormida. Besó sus labios con ternura, acariciándola, despertándola poco a poco a pesar de que la morena luchaba por seguir en la inconsciencia.

-Despierta princesa se hace tarde
Sus ojos oscuros cargados de sueño se posaron en ella, intentando recordar dónde se encontraba y de pronto se enderezó mirándola directamente a los ojos

-"¿Cuánto dormí?"
-Solo un rato, estabas realmente hermosa y no quería despertarte pero se me hace tarde
-"¿Tarde?"
-Debo recoger a Ling
-"Es verdad, la pequeña"
-¿Quieres venir conmigo?
-"¿Puedo?"
-Me encantaría que lo hicieras y a Ling también
-"Entonces vámonos"

Se levantaron, sintiendo la comodidad insólita de estar juntas, como si toda su vida hubiese girado en torno a ese momento y el resto del mundo hubiese desaparecido. Se vistieron con algo de prisa,Faye quería ir cuanto antes a recoger a su pequeña y Yoko lo comprendía, el amor que tenía la rubia por su hija era inalterable, la echaba de menos.

Las calles las acogieron con mil colores distintos y ellas no pudieron verlos, perdidas como estaban en algo tan simple como andar tomadas de la mano, regalarse miradas cómplices y algún que otro beso esquivo, de camino a la escuela donde Ling esperaba pacientemente a su mamá.

Al verla llegar con Yoko la niña entró en un debate interno pues no sabía a quién ir a abrazar primero, a su adorada madre o a la morena a quien hacía tiempo que no veía. Finalmente fue su madre quien ganó y se lanzó a sus brazos llena de alegría sin dejar de mirar a Yoko con una sonrisa, gesto que la morena le devolvía con cariño, unos pasos apartada, sintiéndose una intrusa en ese momento que no era el suyo.

-¿Cómo fue todo hoy princesita? ¿Lo pasaste bien?
-"Ti...YOO"
-Ha venido Yoko también ¿Estás contenta?
-"Ti... nena YOO"
-¿Quieres ir con Yoko?
-"Tiiii"

Faye soltó a su hija que se marchó corriendo hacia Yoko, tomándola de la mano con gran solemnidad derritiendo el corazón de la morena. La castaña tomó la otra mano de su hija y las tres se marcharon en dirección a casa.

Una vez en el apartamento de Faye, Yoko pudo comprobar a que se refería su profesora cuando decía que su hija era hiperactiva. La pequeña no estaba quieta un solo instante, feliz de tener a Yoko en su casa y que su madre no se marchase.

Sacó uno a uno todos los libros de Faye para enseñárselos a la morena con profunda adoración, le enseñó todos sus dibujos, asegurándole que era ella la que estaba plasmada en esos garabatos, pidió sus brazos mil veces, para querer bajar al suelo otras mil, incluso le dio la camisa de Faye que arrastraba por toda la casa, demostrándole una confianza infinita y derritiendo a su madre que observaba como interactuaban las dos personas más importantes de su vida.

Cuando llegó la hora de cenar, Yoko hizo un amago de marcharse pero la mirada cargada de súplica de la pequeña derritió sus defensas y decidió quedarse un poco más. Cenaron las tres en cocina, la pequeña en su silla alta desperdigando la comida por todas partes al empeñarse en comer sola. Provocando las carcajadas de ambas mujeres que la miraban con cariño.

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