CAPÍTULO 5: QUIZÁS

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Los días junto a Ling le pasaban factura, tras tres días sin poder acudir a su puesto de trabajo al tener a la pequeña enferma, por fin entraba en su despacho, respirando y calmando ese volcán de despecho y emociones confusas que tenía. El amor incondicional que le profesaba la pequeña le ardía en el pecho, no podía corresponderla, se enfadaba sin motivo cada vez que la llamaba mamá, cuando la tocaba se crispaba y debía esforzarse por contener la ira y no asustarla.

Miró su reloj, le tocaba clase en la 108, recordaba perfectamente que sus alumnos debían traer sus propias producciones, a pesar de que era muy pronto para que estuvieran preparados, el trabajo tenía como objetivo darle a conocer el potencial de cada uno de ellos, aunque dudaba que lo tuvieran.

Tomó su maletín y se dirigió al aula, sin prisa, recordando vagamente sus sueños extraños con la joven Lerprasert, había algo en los ojos de esa muchacha que la tenían fascinada, ojos oscuros llenos de duda, de pasión, de ganas de saber y aprender.

Palabras tímidas, nadie se había atrevido a dirigirse a ella como lo hacía ella, podía entrever en sus palabras admiración y curiosidad, la insaciable necesidad que tenía de abrazar todo conocimiento la enternecía, a su edad ella era igual, apasionada y libre.

Entró en el aula y el cruce de miradas no tardó en aparecer, ojos oscuros y ojos claros en un claro choque en el que se podía leer entre líneas demasiado. Faye sintió su corazón acelerarse, su aliento congelarse unos instantes y sus ojos, fijos en la mirada oscura de Yoko, quizás más tiempo de lo normal, desestabilizándola por completo. Salió de su ensoñación y se dirigió a su mesa, depositando encima el maletín, intentando apartar de su mente el grito mudo de alarma, se conocía y sabía que todo lo que Yoko le provocaba debía parar, se estaba enamorando de una alumna y eso era algo que no podía permitir.

La clase se dio sin complicaciones, estuvo hablando sobre algunos de los poetas más contemporáneos, analizando obras y perdiéndose en esa mirada oscura que empezaba a ponerla nerviosa. Al finalizar la clase recogió el poema que tenían que escribir y metió todos los folios en su maletín, mientras todos huían del aula, todos menos la morena dueña de sus sueños.

Faye intentó ponerse su máscara para que su alumna no pudiese leer en su rostro la duda, las emociones desbocadas que sus miradas le producían.

-Señorita Lerprasert, creo que ya le he dicho antes que mis tutorías son los martes a las tres

-"Lo sé, solo será un minuto"

-Treinta segundos Lerprasert

-"¿Por qué se ha saltado a Neruda?"

-¿Perdón?

-"No lo vimos hoy en clase, se lo ha saltado, ¿hay alguna razón?"

-Es un romanticón

-"Usted dice que el verso es sentimiento"

-¿Te gusta Neruda?

-"No lo conozco mucho, pero me extrañó que no lo mencionara"

-¿No tiene clase señorita Lerprasert?

-"No, esta era la última por hoy ¿Y usted? ¿Tiene prisa?"

-Siéntese

Yoko se sentó nuevamente en su asiento, extrañada, mientras Faye escribía sobre la pizarra a toda prisa.

-"Puedo escribir los versos más tristes esta noche, escribir, por ejemplo: "La noche está estrellada,y tiritan, azules, los astros, a lo lejos. El viento de la noche gira en el cielo y canta. Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso. En las noches como ésta la tuve entre mis brazos. La besé tantas veces bajo el cielo infinito. Ella me quiso, a veces yo también la quería. Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos. Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido. Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella. Y el verso cae al alma como al pasto el rocío. Qué importa que mi amor no pudiera guardarla. La noche está estrellada y ella no está conmigo. Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos. Mi alma no se contenta con haberla perdido. Como para acercarla mi mirada la busca. Mi corazón la busca, y ella no está conmigo. La misma noche que hace blanquear los mismosárboles. Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise. Mi voz buscaba el viento para tocar su oído. De otro. Será de otro. Como antes de mis besos. Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos. Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero. Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido. Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos, mi alma no se contenta con haberla perdido. Aunque éste sea el último dolor que ella me causa, y éstos sean los últimos versos que yo le escribo".

Miss Malisorn Donde viven las historias. Descúbrelo ahora