13. Paraíso

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Una vez más calmadas, el resto del día lo aprovecharon para investigar el lugar Afortunadamente tenían muchas horas por delante. El refugio en el campo se convirtió en su pequeño paraíso, un lugar donde podían ser ellas mismas sin preocupaciones ni miradas indiscretas. Desde el primer momento, Freen y Becky se sumergieron en la belleza natural que las rodeaba.

Caminaban por los senderos del bosque, disfrutando del aire fresco y el sonido de las hojas crujientes bajo sus pies. Encontraron una cascada escondida, donde se detuvieron a admirar el agua cristalina cayendo con gracia, formando un pequeño estanque.

- Nunca había visto algo tan mágico ni tan bonito —dijo Becky, maravillada por la vista.

- Yo tampoco —respondió Freen, observando la expresión de asombro en el rostro de Becky.

Durante sus paseos, acompañadas por el canto de los pájaros, se encontraron con varias ardillas subiendo y bajando de los árboles. Estos momentos de paz y simplicidad llenaban sus corazones de felicidad. Pero ya se estaba haciendo tarde y comenzó a llover de forma repentina. De vuelta en el hostal, decidieron ducharse [por separado, picarones]. Becky, con su piel aún resplandeciente por el agua, se puso el vestido que Freen le había regalado. Freen, por su parte, se vistió con un conjunto a juego que había comprado para ella misma. Las compras, afortunadamente, les habían venido bastante bien para cambiar de muda.

Esa noche, organizaron una cena especial en su habitación. Como de costumbre en sus pijamadas, no tenían miedo de hacer el tonto, interpretando sus propios conciertos con canciones que amaban. Freen, con una cuchara como micrófono, cantaba con pasión, mientras Becky la animaba y se reía. En un momento más íntimo, Freen comenzó a bailar sola. Becky, sentada en el sofá con un vaso de agua en la mano, la observaba con una sonrisa boba en su rostro. La luz suave de la lámpara daba un brillo especial a la escena, haciendo que el momento se sintiera casi mágico. Becky se levantó, dejando el vaso en la mesa, y se acercó a Freen. Le tomó las manos con suavidad, uniéndose a ella en la danza. La música, como si entendiera la atmósfera, cambió de forma aleatoria a una melodía más tranquila y romántica.

Sus movimientos se volvieron más lentos y sincronizados. Se miraron a los ojos, y la cercanía entre ellas se volvió palpable. Freen, con sus ojos llenos de deseo, invitaba silenciosamente a Becky. Becky, respondiendo a esa llamada, se acercó más y, sin dudarlo, la besó.

Los besos que nunca se habían dado se desbordaron aquella noche, cada uno lleno de la pasión y los sentimientos que habían acumulado durante tanto tiempo. Se dejaron llevar por el momento, sin pensar en nada más que en la presencia de la otra. La noche terminó en la calidez del sudor y las sábanas, imitándolas a ellas, envueltas en un abrazo que prometía mucho más que simples caricias.

Una joven estrellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora