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Otra vez los días pasaron y no habíamos vuelto a salir de la casa.

Pero no tenía que deprimirme como Coraline, porque justo en ese momento todos estaban arreglándose para ir a la escuela mientras yo estaba muy entusiasmada hablando con mamá Carzy en la cocina, porque había sido la primera en arreglarme.

La vestimenta era grandiosa, me hacía recordar cuando de más pequeña me vestía a escondidas con el uniforme escolar antiguo de Coraline.

El uniforme del pueblo Beliu contaba con cinco piezas para mujeres y cuatro piezas para hombres. El de mujeres era: camisa manga larga de color blanco, un saco negro, pajarita negra, falda negra hasta las rodillas y medias largas. El de los hombres era:  camisa manga larga de color blanco, un saco negro, corbata negra y gabardina negra.

Los zapatos podían ser cualquiera.

Se veían guapos, o sea, Miles, Melley y Odile, porque los tres iban iguales, incluso habían combinado sus zapatos: que eran de color blanco.

—Es ahora cuando todo se saldrá de control —le susurró Susan a mamá Agnés, pero ignoré aquel comentario inentendible porque no estaban hablando conmigo.

Supongo que era porque saldríamos en grupos y no juntos, ya que papá no nos iba a llevar ni a buscar. Cadi guiaría a los demás a la escuela mientras que los trillizos y yo nos iríamos solos porque Melodine ya sabía donde quedaba.

Pues el que hubiesen tocado la puerta unos segundos luego de que Susan susurrara sus palabras, dio respuesta a que ya ella, Coraline y Odile, se iban.

Ella se dirigió hacia la pequeña sala de entrada para abrir, así que la seguí para saludar a Cadi cuando lo viera. No tardé en cruzarme con sus ojos de color café, y noté que también iba vestido al igual que mis hermanos, pero llevaba el saco poco elegante tendido en el antebrazo.

—Buenos días —amplió su sonrisa cuando vio a Susan, pero ella retrocedió dos pasos—, ¿listas?

Estuve a punto de responder con mi mejor cara, pero Melodine salió como toda una abogada y habló de primera, por mí y por Susan.

—Buenos días. Ya estamos listas —y luego bajó los escalones para llegar hasta la acera.

No entendía por qué había salido de casa, ya que a ella le tocaba irse conmigo. Estaba perdiendo su tiempo si sus intenciones eran poder caminar con Cadi.

—Buenos días.

Ahora fue Coraline quien salió de casa, sin mucha gracia, la verdad, y tenía los ojos un poco hinchados. No sabía por qué siempre le daban ganas de llorar ni el por qué lo hacía tanto.

—¿Otra más? ¿También es tu hermana? —le preguntó Cadi a Susan, y ella asintió, nerviosamente.

—Se llama Coraline —comenté, y ambos se presentaron.

—¿Te sientes bien? —le preguntó él.

—Siempre está triste —respondió mamá Agnés desde la puerta.

—Buenos días, señora Agnés.     

—Buenos días, chico Arcadio —respondió ella, y luego añadió para los que se iban de primero—: Tengan cuidado durante el camino.

—¿Y Kiler no vendrá? —inquirió Cadi.

—La llevaré en un momento —respondió ella, y luego ellos se alejaron.

El resto entramos de nuevo a la casa, quedándonos en la pequeña sala que estaba en la entrada.

—Pobre Susan —murmuró papá Marley—. Ojalá no se pierda.

Misterios Familiares©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora