†11†

93 37 54
                                    

Kiler Killer.

Allí estaba ese hombre de nuevo, en la parte lateral de la escuela. Lo había seguido poco a poco para que no se fuera de nuevo, porque siempre se me escapaba, pero esa vez estaba de suerte y no lo iba a dejar ir.

Antes de decirle alguna palabra, analicé su aspecto en silencio. No me había equivocado, era tal cual idéntico a la silueta que había visto en su casa. Delgadísimo, muy alto, hombros anchos, cabello negro y crespo, el cual era bastante espeso y le cubría un poco las orejas y los ojos, pero lo tenía bajo a los costados, no del todo, pero lo tenía. Era un negro bastante potente, y la melena apenas se movía debido a la suave brisa.

De cierta manera, él me recordaba a Odile y a papá Marley. A Odile, por esa aura extraña y pesada, cabello alborotado y labios carnosos, y papá Marley, porque usaba el uniforme perfectamente ordenado, como también completamente de color negro, incluso la camisa interna, como si de alguna forma, él quería marcar la diferencia. El otro detalle era su olor, llevaba un perfume masculino tan fuerte y delicioso como el de Melley, pero en él me parecía mejor.

También, su aspecto, era semejante al de Ósvian. Ósvian siempre iba de negro y tenía todos sus zapatos extremadamente pulidos.

Me acerqué cuidadosamente al hombre, o quizás chico, que media casi dos metros y tenía sus largas manos metidas en los bolsillos.

—Hola —murmuré, sintiendo extrañas sensaciones en mi cuerpo que me pedían no decirle nada, pero eso sería no saciar mi curiosidad.

Con mucha tranquilidad, giró solo el rostro, mirándome por sobre su ancho hombro. Las comisuras de sus labios mostraron algo de desagrado, incluso bajó un poco la cabeza para curbirse más los ojos. No quería que lo mirara; como la primera vez, pero ya era tarde, aquellas perlas negras como la misma oscuridad no fueron difíciles de mirarle.

—Ya vi tus ojos. Son negros.

Se mantuvo en silencio, sin moverse, pero sabía que me analizaba con cautela.

Dios mío, mirándolo más de cerca, en serio era bastante alto y muy delgado, como si fuera el doble de mi tamaño. Odile, que era el más delgado de la familia, tenía mejor textura que él a excepción de los hombros porque ese hombre los tenía bastante anchos.

Me quedé con la mirada estampada en sus labios, porque aparte de que los tenía bastante resecos y feos, a su rostro también lo acompañan unas horribles ojeras. Tenía un aire muy desgastado, como si no durmiera nunca y algo lo estuviera consumiendo lentamente. Incluso, era extremadamente pálido, como mi familia, y ese color negro que lo vestía hacía que fuera todavía más blanco.

—Vives con la señora Inés, ¿no es así? —inquirí, sin sonreír demasiado.

No hubo respuesta, sus labios seguían juntados y torcidos, resecos pero carnosos.

—¿Podrías responderme?

Silencio…

No, no me escuchó, tenía que ser eso.

—Ey, ¿Vives con la señora Inés?

Silencio de nuevo.

Vale, me estaba ignorando. Propiné un paso hacia adelante creyendo que podía tenerlo más de cerca, pero él retrocedió uno y continuó manteniendo esa distancia más que prudente.

—No —se limitó a responder.

Delgada y suave, así era su voz. Me causó mucho escalofríos escucharlo y también sentí más sensaciones desconocidas.

—Mientes.

—No lo hago —replicó.

Se dignó a levantar el rostro para mostrarme sus ojos, o lo más probable era que lo había hecho para mirarme mejor.

Misterios Familiares©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora