CAPÍTULO 42 - EN LA OSCURIDAD

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La vida había dejado de brillar para Andrew. Eso no tenía por qué ser malo, había muchas cosas por descubrir entre las penumbras. Ya no dormía en una cama caliente, rodeado por otros niños estudiantes de Hogwarts, con su gata acurrucada cómodamente en sus piernas. No, ese ya no era Andrew.

Andrew vivía en un cubículo de piedra sin un solo mueble sobre el que sostenerse. El techo era alto, lo suficiente para no ver el final, y la iluminación eran suaves llamas de color azulado que se colaban por las rendijas de su puerta. Tampoco tenía ventanas. Los Oscuros se lo habían llevado a una de sus guaridas, un pozo oscuro y maloliente donde se suponía que iba a ser entrenado para ser más fuerte. Hasta el momento, el único entrenamiento que había recibido había sido cómo acurrucarse en una esquina para dormir. Debía ser martes, si no había perdido la cuenta de los días, cuando las puertas de su habitación se abrieron de buena mañana.

—Toca paseo. —dijo Markus desde el umbral de la puerta. Andrew no era un prisionero, pero las zonas por las que podía caminar eran tan escasas que prefería permanecer en su cuarto. —¿Qué? No me mires así.

Andrew se llevó las manos a la cabeza por instinto. Las normas de los Oscuros eran muy concretas e incumplirlas conllevaba un castigo, a menudo físico. Esa vez, sin embargo, no ocurrió nada de eso.

—¿Markus?

—¿Qué ocurre?

—No...nada. Pensé que había...

El golpe fue más doloroso de lo que había esperado. Notaba el ya familiar calor de la sangre resbalando sobre su piel.

—Nunca se sabe cuando pueden llegar las consecuencias de tus actos. —dijo Markus sin inmutarse. —Y ahora paseo, vamos.

Markus paseaba a Andrew una vez al día, normalmente por la mañana, por los pasillos de la guarida. Jamás se cruzaban con nadie, la zona donde él vivía debía estar abandonada por algún motivo. La guarida estaba decorada con telarañas, huesos casi convertidos en polvo y gritos, muchísimos gritos. Procedían de cualquier parte y rebotaban en cada pared hasta chocar con sus oídos. Andrew creía haberse acostumbrado a ellos, pero cada vez que se sobresaltaba al escuchar uno nuevo se preguntaba por cuánto tiempo lograría seguir mintiéndose.

—El Maestro está dispuesto a verte esta semana. —murmuró Markus, como si fuera algo que carecía de importancia.

—¿De verdad? —Los ojos de Andrew se abrieron de par en par.

—Sí, pero no te hagas ilusiones. Que quiera verte no significa que vaya a comenzar tu formación oficial.

—Markus, ¿puedo hacer una pregunta?

—Claro, pero breve.

—Gracias. —Andrew había aprendido a pedir permiso para cualquier cosa. Reducía en gran medida los castigos. —¿Realmente me queréis en vuestras filas?

—¿Qué quieres decir? Te estamos preparando.

—Claro. —Andrew desvió la mirada.

—Oh...entiendo. No logras comprender el valor de la preparación. —Markus paró en seco y Andrew se esperó un nuevo golpe. Aunque no llegó de inmediato, no dejó de esperarlo. —Verás, todos hemos pasado por esto. Sinceramente, me preguntaba cuándo sacarías este tema.

—No quería ser maleducado.

—Has hecho bien. Es una pregunta que tanto Jee-Faint como yo nos hicimos en su momento, ambos fuimos castigados por ello. —Markus arqueó una ceja, como si estuviera planteándose algo. —No lo haré contigo.

Andrew suspiró con alivio. Caminaron unos minutos más sin que ninguno de los dos retomara la conversación.

—Imagina un mundo de luz y oscuridad. —narró Markus, rompiendo el silencio. —Entrarían en guerra, ¿cierto?

Wizarding World: Las Bóvedas MalditasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora