CAPÍTULO 46 - VICTORIA AGRIDULCE

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Susane fue llevada ante los medimagos del Acre en cuanto hubo terminado la batalla. Por más que rogó, gritó y pataleó, no le dejaron acudir a Hogwarts con Atwood para rescatar a Jade. Ni siquiera le permitieron hablar con Andrew, parecían estar castigándola por no haber sido lo suficiente fuerte contra los Oscuros. Aunque no había nadie vigilándola directamente en el interior de la enfermería, sabía que al otro lado de las puertas habría como mínimo una pareja de guardianes evitando que nada ni nadie saliera sin permiso.

—No es lo que esperabas, ¿verdad? —dijo la voz de Anne desde la cama de al lado. Se había salvado de una situación demasiado próxima a la muerte y había recuperado la consciencia, aunque estaba escayolada prácticamente de la cabeza a los pies. —Seguro que te habías imaginado tu primera victoria de un modo más dulce y glorioso.

—¿Crees que hemos ganado?

—Hemos rescatado al chico y hemos neutralizado una de las bases del enemigo. ¿No lo consideras una victoria?

—A ti casi te matan, mi hermano...—Miró la cama donde descansaba Edwin. No se había despertado aún, pero le habían asegurado que estaba fuera de peligro. —En fin, si así es como se ven las victorias, creo que no quiero estar cuando ocurra una derrota.

—¿Y ya está? —escupió Anne, molesta. —Genial, no me extraña que la Capitana no te aceptara.

—¿Disculpa?

—Lo que oyes.

—Oye, creo que has sacado un poco de contexto lo que quería decir.

—Me da igual el contexto. Esas palabras jamás saldrían de una guardiana de pleno derecho. Es en la derrota donde se demuestra el verdadero talento de una guerrera para seguir adelante y minimizar daños.

—Creo que estás algo alterada por las heridas. —le recriminó Susane, aunque en el fondo se sentía mal por haber verbalizado lo que sentía. Nunca había sido la más valiente del grupo y, detrás de lo que acababa de decir, se escondía una realidad que no podía evitar.

Las puertas de la enfermería se abrieron y la elegante Miss Brown entró en la sala, con las manos en jarras apoyadas en las caderas.

—Me ha parecido escuchar recriminaciones desde fuera. —dijo con un tono maternal. —Decidme que me equivoco, chicas.

—Susane decía que procurará marcharse antes de que nos derroten.

—¡No he dicho eso! —saltó ella, ofendida. —Anne, eres una...

—Calma. —dijo Miss Brown alzando las manos. —Por favor, estamos en el mismo bando. Venía a ver cómo estabais, pero salta a la vista que necesitáis algo más que un vistazo.

Una silla se materializó entre las dos camas y la ymbryne la ocupó con un elegante gesto. Las miró por un instante, en silencio, primero a una y luego a la otra.

—Hoy ha sido el día que más cerca os habéis encontrado de la muerte. —dijo con una voz tenue y pausada. —Y la muerte hace aflorar las peores emociones del ser humano, también las más sinceras.

—Pues...—trató de decir Anne, pero la ymbryne la detuvo.

—Es tan lícito estar asustada por el peligro como querer enfrentarse a él pase lo que pase. Sois niñas, le pese a quien le pese, pero os movéis en un mundo de adultos cruel y peligroso. Anne, me enorgullece que seas una guardiana tan entregada, pero no puedes pedir a los demás que se midan en las mismas condiciones que tú.

—Sólo quiero que nuestros aliados sean fuertes. —murmuró ella.

—Y lo son. —le respondió Miss Brown, girándose hacia Susane. —Anne, cuando caíste derrotada, Susane fue la primera en correr hacia Edwin y el enemigo. No dudó ni un instante, aún sabiendo que el enemigo era mucho más fuerte que ella.

Wizarding World: Las Bóvedas MalditasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora