EPÍLOGO - DESTINO

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—¡Oye, dame eso! ¡Se lo diré a mamá!

Una niña perseguía a su hermano por los pasillos del Acre. Sabía que jamás lo alcanzaría, era más rápido, más fuerte y más talentoso que ella. Aun así, ella se esforzaba por alcanzarlo, como siempre había hecho.

—Oye Lily, creo que deberías entrenar más. A las ymbrynes no les va a hacer gracia ver lo lenta que eres.

—¡Ya te vale, James! ¡Sabes que tengo otras habilidades!

James se detuvo al llegar a uno de los vestíbulos del edificio. Estaba completamente vacío, como siempre ocurría cuando los adultos tenían una reunión importante.

—Lily, sígueme.

—¡Pero si no me has dado la flor!

—Tú sígueme, vamos a ver algo guay.

El hermano guió a la pequeña a través de pasillos vacíos con la presencia de algún que otro guardián cada cierto tiempo. Llegaron finalmente a un pasillo sin salida que terminaba en una puerta blanca con grabados dorados. James detuvo a Lily antes de que doblara la última esquina, sabía que junto a aquella puerta habría al menos dos guardianes vigilando la reunión.

—¿Qué haces? —le reprochó Lily.

—No queremos que nos pillen.

—¿Estamos espiando?

—Más bien informándonos. —le corrigió el chico. —¿No quieres saber de qué hablan los adultos?

—Pues...—La pequeña se llevó las manos inocentemente a la espalda. —Sí.

—Entonces estás de suerte, porque tu hermano conoce un secreto que los adultos no.

James abrió la puerta más cercana y empujó a Lily a su interior. La cerró después de cruzarla y caminó directo hacia la única mesa de la sala. Era una especie de habitación de conferencias, o algo así le había contado señor Burrow. Los adultos la usaban para hablar entre ellos, aunque sólo de las cosas menos importantes. James sabía que, si se subía a la mesa y después a cualquiera de las sillas que había por allí, podía tener acceso al conducto de ventilación que llevaba a la sala de las conversaciones importantes.

—Venga Lily, acércame esa silla.

—¡Te vas a caer! —exclamó la pequeña.

—Tú hazlo, nunca me he caído.

La hermana obedeció y arrastró la silla hasta la mesa. James rogó porque los guardines del otro pasillo no lo hubieran escuchado y la aupó hasta la mesa. Él subió primer, abriendo el conducto de la ventilación y escalando a su interior. Ayudó a Lily a subir ofreciéndole la mano, por suerte su hermana no pesaba mucho. Avanzaron en silencio por los conductos, James guiaba la marcha y su hermana lo seguía a gatas, temblando. Apenas un minuto después, ya se escuchaban las voces del interior de la sala donde se reunían los adultos.

—...permitirlo! ¡Si el experimento funciona moriremos todos!

—Por favor, mantengan la calma. Todos sabemos que ese engendro lleva años intentando encontrarnos, pero no podrá hacer nada si sigue sellado en el ataúd. —James reconoció la voz de una de las ymbrynes, aunque no pudo ponerle nombre.

—¡Al cuerno con la calma! ¡Byron ha muerto!

—Señor Haywood, por favor. —rogó la ymbryne. —La muerte de Maese Williams ha sido un duro golpe para nuestros planes, pero no es lo que nos trae a esta sala el día de hoy.

—¿Ah no? ¿Y qué es, entonces? ¿La ausencia de alquimistas dispuestos a investigar en campo? ¿Las bajas de guardianes a manos de nuestros enemigos?

—Señor Haywood, si no se calma me veré obligada a expulsarlo de esta sala. —Otra ymbryne salió al rescate de su compañera. Miss Wren era una de las más jóvenes de entre las ymbrynes, siempre le daba caramelos a Lily cuando se la encontraba en los pasillos del Acre. A pesar de su juventud y bondad, podía llegar a ser muy autoritaria.

—El Consejo de Ymbrynes ha tomado una decisión. —retomó la conversación la primera ymbryne. — La Organización no se encuentra ante un peligro inminente, pero actuaremos para prevenirlo.

—¿Y se puede saber cómo lo harán? —inquirió el señor Predcher, uno de los hombres más calmados que James conocía. — Porque, hasta ahora, no hemos hecho más que oír promesas vacías.

—Vamos a pasar al ataque. —dijo Miss Wren. —Hasta ahora, hemos adoptado una posición defensiva en pos de la investigación, pero nuestra estrategia claramente no ha funcionado. Tenemos fuerzas suficientes para atacar al enemigo en lugares estratégicos y vamos a aprovecharlas.

—¿Y cómo se supone que atacaremos? —preguntó el señor Haywood. —Ni siquiera sabemos por dónde empezar.

—Sí que lo sabemos. —continuó la primera ymbryne. —Gracias a la muerte de Maese Williams, hemos podido confirmar la presencia de miembros poderosos de los Oscuros en el continente africano.

—¡Oh, genial! Alabado el Pájaro, sólo tenemos que registrar un continente entero. —El hombre que acababa de saltar en un arrebato de sarcasmo era una de esas personas a las que Lily y James no acostumbraban a ver mucho por el Acre.

—Señor Mahmud, le ruego evite los sarcasmos en esta sala. —lo reprendió otra de las ymbrynes.

—Disculpe, Miss Clocket. Pero, como comprenderá no podemos basar nuestra estrategia en inspeccionar todo un continente.

—Por supuesto, no os hemos convocado con las manos vacías. Tenemos lugares concretos en donde las sospechas son fuertes, os enviaremos por grupos para que verifiquéis el peligro. Os rogamos, eso sí, no entrar en combate si podéis evitarlo. Estas misiones serán de reconocimiento y nada más. —James escuchó el sonido de carpetas deslizándose por una mesa, probablemente estaban distribuyendo informes. —Warren, Senegal. Portman, Nigeria. Predcher, Marruecos. Mahmud, Egipto.

—¡James! —gritó Lily a sus espaldas, sacándole de la conversación.

Una enorme fuerza tiró de su hermana a través del conducto y después de él mismo. Los hermanos fueron succionados a través de los conductos hasta caer de nuevo sobre la mesa de la sala vacía que habían usado para acceder. Allí, parado frente a ellos con los brazos en jarras, se encontraba señor Burrow.

—Jovencitos, no deberíais husmear en conversaciones ajenas. ¿No os lo han dicho vuestros padres?

—Muchas veces. —respondió James con sarcasmo. —Pero somos algo duros de mollera.

—Me lo esperaba de ti, James. Pero Lily, tu adiestramiento...

—Por favor señor Burrow, no le diga nada a Miss Clocket. Sólo estaba jugando con mi hermano y nos entró curiosidad.

Lily podría haber echado todas las culpas a James, pero ella no haría algo como eso. Era noble y muy buena, jamás traicionaría a su hermano, aunque tuviera motivos de sobra.

—No soy muy dado a hacer la vista gorda, pero creo que ya tenemos suficientes problemas sobre la mesa como para añadir uno más. —El Gigante Galés se cruzó de brazos y una sonrisa maléfica cruzó su rostro. —Aunque creo que, para compensar mi gesto de buena voluntad, vais a tener que vigilar la guardería un mes entero.

—¡No, todo menos eso! —gritaron los dos hermanos al unísono.

—Oh, vamos. No es para tanto. Cuidar la guardería es una tarea tan noble como divertida. ¡A mí me encanta! —El semigigante rodeó con sus enormes brazos a los hermanos y los llevó por las escaleras mientras hablaba, alejando a los niños de los adultos y el destino al que tendrían que enfrentarse muy pronto.

Wizarding World: Las Bóvedas MalditasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora