Capítulo 1: "Par de brujas"

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Las mañanas en Florida eran calurosas, en cualquier otro sitio las personas no se quieren levantar de sus camas por lo cómodas que son; pero lo primero que Nila hace al despertar es salir corriendo de su cama. La frente cubierta de sudor y las manos calientes. Debería ser una hamartia dormir con sábanas, inclusive con ropa. Pero tal vez esto solo sea exageración.

-¿Cuándo podré tener un aire acondicionado? -replicó Nila.
La mayoría de las mañanas les cuestionaba eso a sus padres, y ellos solo fingían que no escuchaban y cambiaban la conversación.

-¿Acaso alguien puede verme? -ladró.

-Sabes que no podemos permitirnos esos lujos -respondió el señor Hanson.

-¿Y por qué no? ¿No se supone que trabajas? Nunca estas en casa, y cuando estas lo único que haces es decir "hola, linda" o "adiós, nos vemos en la cena".

-Tengo un horario muy ajustado.
Eran las últimas palabras antes de que Nila corriera por su mochila cubierta de rayones y malos cocidos.
Según ella, la peor parte del día era cuando pisaba el primer escalón del autobús, pero también cuando llegaba a su salón, y cuando la primera palabra salía de la boca del profesor Pepper, o cuando llegaba a su casa y tenía que sobrevivir de una u otra manera al ladrido del perro... Sí, prácticamente todo el día.

-¿Quién usa suéter en plena primavera? -se burló Sophia Lood.

-¿Quién lleva faldas tan cortas con tantos perros olfateando por ahí?
Su relación con sus compañeros, o como ellas les decía <Plats>, no era la mejor. Y sí, Nila usaba suéter en primavera, pero no es su culpa... Todo es culpa de los problemas. Problemas que ocasionan las personas que estaban a su alrededor.
Su viaje a la escuela no duraba más que 10 minutos, pero esos 10 minutos serían una eternidad si fuera andando a la escuela. Todos los días salía antes que ellos del "martirio andante" pero Sophia se adelantó y justo antes de que Nila saliera, puso su puntiagudo tacón en medio de sus pies haciendo que cayera a bruces sobre el asfalto.
Sophia y Melina rieron junto a otros estúpidos estudiantes.

-Par de brujas -susurró mientras se levantaba.
Todo el día fue así, desde la aburrida clase del señor Morrison que causaba querer salir y buscar la escopeta más grande para tragarse una bala, hasta los gritos de libertad a la hora de la salida. Cada día en esa escuela era una tortura, y cada día en esa casa causaba migraña. Estando en casa la escuela parecía un paraíso y al revés.
Lo único que la reconfortaba al final del día eran esas pequeñas navajas guardadas en el gabinete de su baño, todos los días igual. Tomaba una, la presionaba contra su dedo y solo una pequeña gota de sangre escurría por su mano hasta salpicar el lavabo. Nada más que una gota.

-Algún día desapareceré por las montañas, sin ruido y sin calor, solo la naturaleza y el silencio como los mejores acompañantes que pudiera tener en toda esta vida de mierda y llena de desgracias.
Tomo su cepillo de dientes y lo guardó, limpió su cara y regresó a su cama sin acomodar. Pensó que hoy no habría ruido... Pero justo aparecieron las estúpidas sirenas.

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