8. El Edén oscuro

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[una semana después

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[una semana después...]

Las aceras de las calles estaban cubiertas de carteles de "SE BUSCA". Ya hacía una semana que el padre de Evan, Félix y algunos chicos con los que solía hablar en la escuela habían desaparecido sin dejar rastro.

La desesperación y el miedo se palpaban en el aire. Los rostros sonrientes en las fotos de los carteles me perseguían, recordándome a cada momento la inexplicable conexión entre sus desapariciones y mi vida. Me sentía atrapado en una pesadilla de la que no podía despertar.

Cada vez que veía un nuevo cartel, un nudo de culpa se formaba en mi estómago. Había algo en las miradas de esos rostros que me hacía sentir responsable, como si mi sola existencia hubiera desencadenado esta serie de eventos oscuros.

Las calles, que antes eran un lugar de encuentro y risas, ahora parecían llenas de sombras y susurros inquietantes. Las lámparas de la calle proyectaban largas y siniestras figuras, y cada crujido en la oscuridad me hacía girar la cabeza, esperando ver algo, o alguien, acechando.

El recuerdo de la última vez que vi a Félix en el laboratorio me atormentaba. Su risa, su broma sobre su rostro invaluable, todo parecía un eco lejano de una vida que ya no era la mía. Me preguntaba si había algo que hubiera podido hacer para evitarlo, si alguna palabra o acción diferente hubiera cambiado su destino.

Una noche, mientras caminaba por una de esas calles desiertas, sentí una presencia detrás de mí. Mi corazón latía desbocado, y me di la vuelta rápidamente, solo para encontrarme con un cartel de "SE BUSCA" colgando de un poste de luz. La mirada de Félix en la foto parecía seguirme, acusadora y llena de dolor. Me alejé corriendo, tratando de escapar de la culpa que me consumía.

Sabía que no podía seguir así. Pero el miedo me paralizaba, y la sombra de Vicenzo se cernía sobre cada decisión que tomaba. ¿Hasta dónde llegaría para proteger a aquellos que aún quedaban? ¿Y qué precio tendría que pagar para descubrir la verdad?

La tristeza y la culpa eran mis constantes compañeras, recordándome que, en este juego oscuro, ya no había vuelta atrás. Cada paso que daba me acercaba más a un abismo del que no estaba seguro si podría salir.

Durante toda esa semana, Vicenzo había mantenido un control constante sobre mí. Cada día era una mezcla de lujo y perversión, de miedos y deseos oscuros. Me enviaba regalos costosos, como relojes de diseñador y ropa elegante, artículos que nunca habría imaginado tener. Al principio, pensé que era una especie de compensación por todo lo que estaba sucediendo, pero pronto entendí que cada regalo venía con un precio, como el ya lo había indicado.

Vicenzo me hacía realizar tareas extrañas, pruebas que desafiaban mis límites y mi cordura. Me obligaba a estar en su presencia durante horas, observando sus rituales y comportamientos que oscilaban entre lo enigmático y lo aterrador. Había momentos en que me pedía que leyera en voz alta pasajes de libros antiguos y prohibidos, llenos de palabras que sentía que no deberían ser pronunciadas. Otras veces, me ordenaba quedarme en silencio mientras él realizaba oscuros rituales con artefactos que parecían sacados de una pesadilla.

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⏰ Última actualización: Aug 03 ⏰

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