Ultimate Spider-Hoodie 5: Pactos malintencionados

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Nueva York era una ciudad muy peculiar.

Tan llena de héroes y villanos, de luces de y de sombras; era una de las ciudades más extrañas del mundo debido a esa afluencia de personas extraordinarias. Pero dejando a un lado los sucesos paranormales, Nueva York era también la ciudad de los mil nombres. La ciudad que nunca duerme, la ciudad de las maravillas, el hogar de la Estatua de la libertad y, pese a la negativa de los parisinos, también podría llamarse la ciudad del amor. Millones de parejas se unían y rompían en esa gran ciudad, las almas separadas encontraban compañeros con quienes pasar largas tardes y excitantes noches.

En esa ciudad de emparejamientos fortuitos, una visitante de otro mundo se vio envuelta en la magia del amor y el destino. Y es que en la Gran Red, había una tótem patosa que no dejaba de caer hacia arriba. En un piso de lujo en Nueva York, una mujer joven de pelo castaño y baja estatura gruñó tumbada en la enorme cama de la habitación. Apenas podía recordar su nombre, y mucho menos sabía qué hora era. Con su cerebro funcionando de nuevo comenzó a repasar los eventos.

Era Sara Sánchez, estaba en la universidad como estudiante y había ido de vacaciones a Nueva York. No, eso no era correcto, no eran unas vacaciones, pensó Sara frunciendo el ceño mientras remoloneaba en la cama; ya se acordaba de qué hacía en Nueva York, había ido de Erasmus para aprender y experimentar.

– No, eso no... – murmuró Sara gruñendo, tenía la cabeza en otra parte.

No, espera, ya lo tenía. Era Sara Sánchez, pero también era algo más. Era la maravillosa Spider-Hoodie, y había ido allí con el objetivo de cubrir al Spider-man de esa dimensión mientras se iba de vacaciones con su novia. Sí, eso era, ya se había acordado. Varga estaba de vacaciones con su novia. Esa palabra creaba sentimientos confusos en Sara, la cuál no lograba identificar por qué. Novia...

Entonces Sara abrió ampliamente los ojos, ya se había acordado de la noche anterior. Había tenido una charla algo rara con esa mujer, Gwenpool, después volvió al piso de Varga, y luego una hermosa sintezoide de pelo verde llamó a su puerta.

Hubo una conversación, una risas, unos besos, y luego...

– Hostia puta. – dijo Sara aferrándose a las sábanas. Con cierto nerviosismo, miró debajo de estas, volviendo a taparse de inmediato completamente roja – ¡Hostia puta!

Se levantó como un resorte, poniendo un pie fuera de la cama y tropezando de inmediato, besando el suelo.

– Auch. ¿Qué coño...? – Sara contempló su pie, mirando qué objeto se había atrevido a intentar terminar con su vida. Vio un enorme pegote de telarañas. Lo tomó con curiosidad, olfateándolo. – Oh mierda, esto es mío. ¿Qué hice anoche? – La heroína miró de nuevo a la cama, notando algún pegote más. – Vale, ahora sé por qué tengo tanta sed.

Jeje... sed.

– ¡No! ¡Sara no! Ahora no es el momento de chistes. – se dijo mientras se daba una pequeña bofetada. Igual lo que pensaba que había pasado no había pasado, igual solamente fue un sueño muy lúcido, había pasado un tiempo desde la última vez que estuvo con una chica.

Buscó sus pantalones del pijama y una camiseta, igual de estropeados que cuando se fue a dormir.. La puerta de la habitación se encontraba entornada, transmitiendo una situación ominosa. Sara acercó la mano con cuidado, temblando y sudando mientras sentía la gravedad que el pomo de la puerta ejercía sobre ella. Ahí estaba, toda su vida dependía de lo que hubiese detrás de esa puerta. No podía detenerse, no con una simple puerta. Había enfrentado amenazas mucho más imponentes, claro que podía hacer eso.

– Pa lo que me queda en el convento, me cago dentro. – con esas últimas palabras de ánimo, Sara cruzó al salón.

Delante de ella pudo ver un salón bastante desordenado, con los muebles movidos y vasos por toda la cocina. De pie junto a la isla de Varga y dándole la espalda, había una cabellera verde con una camiseta roja y vaqueros. La heroína tragó saliva, pensando en qué hacer. ¿Saludar? ¿Toser para llamar la atención? No, claramente habían avanzado en su relación, necesitaba dar un paso más allá. Se acercó con cuidado, oliéndose el aliento para ver si era tolerable. No lo era, pero el olfato de Sara estaba tan acostumbrado que ella misma pensaba que olía a rosas. Como si fuera una cazadora, se preparó para abrazarla en un movimiento sorpresa.

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⏰ Última actualización: Jul 30 ⏰

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Las Desventuras de Sara SánchezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora