4 - El camisón blanco

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—¿Has visto mi camisón blanco?

En días de limpieza extrema, Alhaitham prefiere estar lejos. Kaveh se transforma en un monstruo capaz de detectar las partículas de polvo más diminutas y su temperamento es más volátil que de costumbre. Le molesta todo lo que está en la casa. El discurso empieza por la forma en que Alhaitham deja los libros sobre la mesa y termina con un análisis sobre su insana obsesión con guardar la ropa sin doblarla.

Acerca del camisón blanco puede decir que sabe dónde está, pero no quiere compartir la información. No hay ninguna ventaja. Todo lo contrario. El camisón es una pieza que obviamente pertenece al armario de Kaveh. Alhaitham nunca compraría algo así. No es parte de su personalidad ni de sus prioridades. Para él, cada centavo invertido tiene una justificación. Bueno, eso no incluye el dinero que gasta en Kaveh o por Kaveh. Eso no hay forma de clasificarlo.

De vuelta al camisón, este terminó entre su ropa después de una tanda extensa de lavado. Ambos estaban muy ocupados durante esos días, así que se pusieron de acuerdo para lavar juntos y salir de esa carga antes de que se volviera imposible de resolver. El trabajo posterior recayó completamente sobre Alhaitham porque Kaveh tuvo que irse de urgencia a la obra que tenía en ese momento. Así que, entre una cosa y otra, el camisón se enredó con uno de los pantalones de Alhaitham. Y mientras este organizaba la ropa en su habitación, dio con él.

El camisón es una de las prendas favoritas de Kaveh. Lo reserva para cuando permanece muchos días en casa y su ritmo baja un poco más de lo habitual. Alhaitham no le encuentra el atractivo, pero todo lo que viste Kaveh es de otro planeta para él. En fin, su curiosidad se activó al tocar la tela del camisón. Era muy suave y nada cálida como él imaginaba. Se quitó el top y se puso el camisón. Era solo para probar. Además, Kaveh no estaría de vuelta pronto porque solo llegar hasta la obra le tomaría un día o más. Ese primer intento terminó en Alhaitham poniéndose el camisón todos los días cuando iniciaba su descanso.

—Alhaitham...

—No lo he visto.

Kaveh no le cree. Él tampoco se creería. No con esa cara de sospechoso que se ve a leguas.

—¿Qué haces ahí parado? Falta enjuagar toda esa ropa.

A Alhaitham no le gusta esa parte. Pero le gusta menos barrer o despolvar, así que coopera con el lavado. Es lo menos tedioso entre todos los quehaceres. De preferencia, desea que la tecnología avance lo suficiente para que se automaticen las tareas domésticas. El tiempo es oro y una vida no alcanza para todo lo que le gustaría leer.

Terminando con ese grupo de ropa, vuelve a la habitación a retirar otra parte de la montaña que cubre la cama de Kaveh.

—¿En serio hay que lavar todo esto hoy? Ahí hay ropa que no usamos.

—Entonces, si no la usamos, la regalamos después de que esté limpia. La limpieza también incluye deshacerse de lo que ya no nos hace falta.

Alhaitham piensa en una buena respuesta para eso, pero se limita a hacer lo que le toca.

—¿Por qué no programas a Mehrak para estas tareas?

Kaveh deja lo que está haciendo y se para en medio de la habitación con las manos en la cintura.

—No diseñé a Mehrak para eso. Y no me pongas conversación para distraerme. Mira toda la ropa que queda.

Alhaitham no tiene tiempo para responderle. Kaveh ya va por la sala con la escoba, quitando telas de araña del techo. En una esquina hay una enorme bolsa llena de cosas que al parecer son para desechar. Tiene que revisar esa bolsa en algún momento porque teme que más de una de sus pertenencias ha ido a parar ahí. Voltea a mirar a Mehrak, quien desde la esquina le observa en silencio. Esa cosa puede lavar. Tan solo hay que programarla. Pero Kaveh la trata mejor que a él.

La jornada llega a su fin. Alhaitham cree que se ha salvado de otro episodio de búsqueda del camisón blanco, pero no se le va a dar. Kaveh lo está esperando en su habitación con cara de estar a punto de cometer un homicidio.

—¿Qué hace esto aquí?

—¿Qué haces en mi habitación?

—Alhaitham...

—Ya lo encontraste. No tienes que buscar más.

Kaveh toma el camisón y lo huele. Está listo para arremeter contra Alhaitham, pero se detiene de repente. Alhaitham espera impaciente que hable. Puede adivinar lo que está pensando, su conflicto interno. El camisón huele a él. ¿Lo va a decir? Espera que sí porque ya tiene con qué devolverle.

Kaveh no va a complacerlo. Sin decir nada, abandona la habitación con el camisón en la mano. Alhaitham lamenta la pérdida repentina, a pesar de lo ridículo que se ve usándolo. Va a extrañar el camisón ahora que entiende por qué es esencial para Kaveh.

Al llegar a la cocina, encuentra a Kaveh exprimiendo el camisón con tanta fuerza que cree que va a romperlo.

—¿No habíamos terminado por hoy?

—Si tanto lo querías, podías habérmelo pedido como una persona civilizada.

No. No es el día para echar más leña al fuego. Kaveh en modo limpieza es el peor Kaveh con el que puede lidiar. Incluso peor que el Kaveh después de tres días sin dormir por culpa de un proyecto.

Alhaitham opta por empezar a preparar la cena mientras baja la marea. Va por lo seguro y elige algo rápido y que le guste a ambos. Ha perdido todo un día y debe rescatar la noche. Un día sin leer es imperdonable. Cuando la mesa está lista, llama a Kaveh. Este llega con cara de no querer hablar. Perfecto para Alhaitham.

Terminan en silencio tal como empezaron. Alhaitham retira los platos y decide lavarlos también. Todo por el bien de su hora de lectura. Kaveh se pierde de su vista desde que se levanta de la mesa. Así que Alhaitham da el día por terminado. Se retira al sofá con su libro de turno y empieza a sentir el cansancio.

Vuelve a ver a Kaveh al cabo de una hora, envuelto en un camisón exactamente igual al extraviado y recuperado.

—¿Armaste todo ese escándalo por un camisón que tenías repetido?

Kaveh lo ignora y se sienta en uno de los sofás laterales, esos que nadie nunca ocupa. De la nada saca una de sus libretas para bocetos y se pone a dibujar. Si es otro arrebato artístico, Alhaitham podrá leer en paz porque para Kaveh solo existe el lápiz y el papel en esos episodios. Su presencia solo sirve de modelo. Alhaitham sabe que Kaveh lo ha dibujado muchas veces. Tan solo pretende que no se entera. Por desgracia, nunca encuentra esas libretas cuando se mete a husmear en la habitación de Kaveh.

—Este era el sustituto —comenta Kaveh—. Pero ya que te adueñaste del otro, te lo dejo.

Alhaitham baja el libro lo suficiente para mirar a Kaveh en busca de algún rastro de lógica. Solo encuentra un par de ojos rojos que si pudieran desintegrar a alguien con la mirada, él ya fuera polvo de estrellas. O del desierto.

—¡No te muevas!

Alhaitham vuelve a la posición anterior. Ha recuperado un camisón que para empezar no era suyo, mientras es protagonista de un nuevo dibujo que nunca verá. Algún día le pedirá echar un vistazo a esas libretas (como una persona civilizada). Hoy ya no puede pedir más.

A puertas cerradas [one-shots, kavetham]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora