8 - Refugio

53 7 0
                                    

La fobia es irracional. Alhaitham ha leído infinidad de volúmenes al respecto. Libros de diferentes regiones, autores y corrientes de pensamiento; ha comparado perspectivas encontradas; enfoques variados. Y como todo lo que compete el estudio de la misteriosa mente humana, no hay conclusiones definitivas. Todos convergen en que hay miedos irracionales. Y en que todos le tenemos miedo a algo.

Alhaitham conoció la palabra miedo a muy corta edad. En un diccionario. Sentarse a leer diccionarios y descubrir palabras nuevas era una forma entretenida de pasar la tarde. Su abuela lo dejaba ser. Si prefería ser feliz con sus libros, quién era ella para evitarlo o animarle a salir y jugar con otros niños de su edad. A Alhaitham le gustaba abrir el diccionario al azar. En la letra que cayera, pasaría las horas aprendiendo nuevos vocablos. Así le llegó el turno a la M y esa palabra de cinco letras le saludó de frente.

M-I-E-D-O

Le gustaba el sonido que salía de su boca al pronunciarla.

El significado le remitía a una palabra que tampoco era muy común en su vocabulario: angustia.

—Abuela, ¿le tienes miedo a algo?

—Claro que sí. Todos le tenemos miedo a algo.

Alhaitham pasó la noche haciendo una lista mental de cosas que le causaban angustia o ansiedad. Era un ejercicio complicado, tan complicado como eso de ponerse en contacto con sus emociones. Entonces pudo asociarlo con un evento que de solo recordarlo, aceleraba los latidos de su corazón. Las tormentas eléctricas. Eso era el miedo.

Incluso a esa edad, Alhaitham se dijo que eso era cosa de niños. Maduraría y ese miedo desaparecería. Porque las tormentas son parte de la naturaleza. Temerles es absurdo. Pero Alhaitham es un ser humano y, al igual que el resto, experimenta cosas que escapan a la razón.

Cuando vivía con su abuela, ella se pasaba a su habitación en las noches de tormenta. Nunca hablaron de eso y, por suerte, ella sabía todo lo que necesitaba saber. A él le avergonzaba perder el control por algo que era normal en ciertas épocas del año. Al entrar a la Akademiya, tuvo que aprender a manejar a solas ese miedo paralizante. Se acostaba de lado protegiendo una oreja con la almohada y la otra con una mano. Era una posición incómoda porque su brazo se cansaba rápido y tenía que cambiar de lado para ir alternando entre un brazo y otro. Así permanecía hasta que pasara la tormenta.

La segunda persona en enterarse fue Kaveh, por supuesto. Tampoco tuvo que decírselo. Una noche de las tantas en que Kaveh se quedaba en su dormitorio, empezó una tormenta de esas que prometían ser eternas. Kaveh sonrió ante el primer rayo, exclamando que dormiría como un bebé. ¿Cómo podía alguien dormir con ese estruendo?

La mayoría de las persona se asustan por el rayo, la descarga eléctrica, el peligro real. Pero Alhaitham le huye al sonido que lo sacude porque viene con un aviso muy breve. Por eso, en cuanto ve la luz no puede evitarlo. Se tapa los oídos deprisa para bloquear el trueno. Kaveh estalló de risa la primera vez que le vio hacer eso. Al ver a Alhaitham realmente asustado, su risa se apagó.

Esa noche la tormenta empieza en plena madrugada. Antes de irse a dormir, el cielo estaba despejado, no había una nube, nada que pronosticara que se avecinaba una tormenta. Alhaitham despierta con el primer trueno y suspira. Hasta ahí llega su sueño. Kaveh le ha dicho que puede usar los auriculares, que no pasa nada. Sin embargo, Alhaitham se siente más intranquilo tan solo de pensarlo. Así que recurre al antiguo método de cubrirse las orejas con las manos y esperar.

Tres relámpagos después, una sombra se cuela en su habitación. Camina de puntillas, como temiendo despertar a quien ya está despierto. Se trepa a la cama por el lado contrario al que usa Alhaitham.

A puertas cerradas [one-shots, kavetham]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora