15. Mi cliché favorito de romance

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Malorie Vélez

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Malorie Vélez.

¿Cómo le explico al corazón que el mismo hombre que le enloquece es el enemigo? ¿Cómo me convenzo de que Jacob López es el enemigo? Un hombre que me besa de esta manera no puede ser el enemigo. Sería un pecado capital que sus palabras, su toque y la seguridad que obtengo entre sus brazos solo sean una ilusión. Mi herido y maltratado corazón late con desesperación hacia cada declaración dulce y extasiada de Jacob; cada beso dado por el neurocirujano roba partes que fueron rotas por Dean.

Jacob con unas cuantas palabras ha conseguido amarrar esos pedacitos que el tiempo no los había curado. Su dulzura, su amor hipnotizante, extravagante y demandante, está rellenando los huecos dejados por Dean. Me da miedo; temo que sea otro hombre el que lo esté arreglando; porque esto solo tiene un final cuando la dulzura del neurocirujano desaparezca, y esto aterrado. Si sus labios son un indicio de cómo terminaré, ese final es desastroso y más doloroso que Dean; la ruptura con mi prometido me llevó al fondo, me hundí sin luchar, pero si alguna vez Jacob López llegaba a herirme, me destruiría... No, acabaría conmigo por completo y ahí, de ahí, no sabría cómo salir. No habría salida alguna.

—Sería mejor terminar con esto —susurra con su voz ronca y esos subtonos jadeantes, ahogado y necesitado. Mis ojos se abren de golpe, el corazón congela sus latidos desbocados y el aire se escapa de golpe, dejando los pulmones dolorosamente vacíos.

Hay esta, ahí está el final y ni siquiera hemos comenzado. Todo fue una jodida broma; todos los besos que me ha robado no eran más que una demostración de que podía tenerme. Que puede doblegar a la única persona que dice odiarle. Jacob me ha hecho caer; su boca pecaminosa jugó con cada centímetro de mi ser; no solo con el deseo físico, jugó con mis lastimados y tiernos sentimientos. No soy de las personas que separan lo físico del cariño, soy una romántica de nacimiento, no tengo encuentros casuales o aventuras. Tengo a mi fiel amigo naranja en la mesa de noche para que se encargue de los deseos frustrados y tengo muchos.

—Era demasiado para creerte, demasiado para ser verdad —me alejo de su agarre, huyendo del acogedor calor de sus brazos y manteniendo lo último que me queda del corazón protegido tras gruesas y elevadas paredes de hormigón, protegiéndome de la humillación que se aproxima. Aun así, las lágrimas me pican detrás de los parpados; permanezco con la mirada baja, evitando mirarle.

—¿De qué hablas, Malorie? —cuestiona levantándose. Su cuerpo recorre de un solo paso la distancia que he colocado entre nosotros.

—Deja de fingir, ya no debes seguir con la farsa, López, no te esfuerces.

— ¿Farsa? Mujer, creo que te has confundido, no hay ninguna farsa; no estoy actuando o fingiendo. Nada de lo que ha sucedido entre nosotros es fingido, no de mi parte; nunca podría fingir el asfixiante amor que siento por ti, Malorie; un sentimiento de esa magnitud es difícil de fingirlo. Ásperas, solo hay una manera de definir sus palabras, la desesperación y ansiedad detrás de ellas. Son ásperas, como el toque sobre mis mejillas, como la mirada oscurecida y la mandíbula contraída. Son ásperas como el mismo hombre que las ha confesado. No hay nada suave en Jacob y aquella brusca y demandante declaración es como él—. Alza la cabeza y mírame, dulzura, mírame a los ojos y dime que estoy fingiendo. Dímelo, Malorie, dilo.

LO QUE NOS TRAJO EL MUÉRDAGO (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora