Malorie Vélez.
—Me haces sonar como un viejo, Lori—sonríe con petulancia—, a menos que quieras un sugar daddy, no me digas ricachón.
—¿Vas a rellenar mi cuenta, Arthur? —él sonríe con picardía. Mi pregunta no ha hecho más que avivar su personalidad juguetona e intrépida.
—Voy a hacer más que rellenar tu cartera, Lori —enrojezco y él ríe, ríe con fuerza sin poder contenerse.
La tensión desaparece de mis hombros; los nervios se han esfumado y tener al lado de Arthur, aunque sus comentarios siempre me fastidian y me convierten en un tomate, es bueno. Tener una cara conocida en este mar de competidores y desconocidos es reconfortante.
—¿Cómo has estado, Malorie? —pregunta después de unos segundos. La risa ha muerto y la seriedad ha dominado las facciones masculinas del rostro.
—Bien, Arthur, trabajando día y noche. He apoyado a un neurocirujano en una investigación ahora último; fue un trabajo pesado, pero gratificante. Pero mi vida no debe ser tan emocionante como la tuya, heredero de Kademy.
—No hay nada emocionante en mi vida, Malorie, todo es burocracia y mirar de cerca el mercado. Son más preocupaciones que libertades; aun así, no me quejo, al menos no demasiado; tengo una buena vida, compleja, pero buena.
Condenado a trabajo de escritorio, no es que esté en una posición muy diferente de Arthur; claro, él tiene millones que gastar y multiplicar, pero ambos esperábamos lograr grandes descubrimientos en el mundo de la investigación y hacernos un nombre. Arthur tuvo que abandonar su puesto, cuando su padre murió abruptamente después de un viaje a América Central.
—Ha comenzado lo bueno.
La suave y armoniosa música invade el salón. La orquesta ha terminado de preparar los instrumentos mientras hablábamos. La melodiosa tonada ha invitado a las personas a bailar. Las parejas se mueven con lentitud en la pista, agitándose de un lado a otro con movimientos elegantes y glaciares.
—¿Me concede este baile, señorita? —pide extendiendo la mano izquierda, inclinándose ligeramente, imitando aquella reverencia del pasado.
Acepto tomando la mano grande callosa de Arthur. Su calor corporal me traspasa, desde nuestras manos unidas. Nos ubica en el centro, siempre siendo el centro de atención, destacando entre los demás. La sonrisa orgullosa en sus labios no calma los latidos desenfrenados de mi corazón, al recibir tantas miradas de desconocidos. Me empuja hacia su pecho enguantado en aquel traje negro hecho a la medida, protegiéndome de la atención desmedida que le gusta; Arthur sonríe y suelta alguna broma contra mi oído, para relajarme.
—Relájate, Lori, vas a terminar con dolor de espalda. Te ves increíble en este vestido. Si no estuviera tan enamorado de tu hermana, serías mi tipo, cien por ciento mi tipo.
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LO QUE NOS TRAJO EL MUÉRDAGO (COMPLETA)
RomansaUna historia de romance navideño, del mismo mundo de los intocables y sucede antes que la historia original. Ella es una investigadora. Él es un cirujano. Ella ama el dulce. Él lo odia. Ella ríe por todo. Él es un amargado. Malorie ama la Navidad, e...