12. No desees a tu nemesis

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Malorie Vélez

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Malorie Vélez.

—Aléjate —ordenó colocando distancia.

Si comienzo a pensar con las hormonas, todo está perdido, porque ellas desean volver al lado de Jacob; estar entre sus brazos y reclamar esa boca sonrojada y húmeda, que compite con la mía. Existen mil razones para sostener la distancia que he colocado entre nosotros, este escaso metro que impide que nuestros cuerpos sedientos se toquen y caigan. Aun así, esas razones parecen insuficientes en este momento; no encuentro la fuerza necesaria para mantener los pies fijados al otro lado del escritorio, a una distancia segura de las manos del cirujano.

Odio el muérdago, odio la tradición que representa y odio aún más haber besado a Jacob. Rectifico, odio haber sido besada por Jacob López. Odio seguir pensando en cómo se sintieron sus labios contra los míos, sus manos recorriéndome y la cálida mirada antes que huyera. Ese es el pensamiento que debo sostener, el que debe permanecer.

Apartó la mano de los labios, sintiendo un tirón que la empujaba hacia abajo y un escalofrío de consciencia recorriendome ante la acción. No he parado de recordar aquel beso, la forma en que ambos caímos bajo el muérdago como si hubiera sido el destino o alguien lo hubiera planeado con antelación. Pero lo que más temor me da es recordar las palabras de Madame, la manera en que conocería al amor de mi vida. El primer beso ya sucedió, bajo el muérdago; un encuentro apasionante que parecía sacado de este mundo; no obstante, Jacob hace parte de esa fantasía.

López se ha robado la oportunidad de conocer al hombre perfecto. Ha empañado mi deseo de Navidad con su boca, su pecaminosa y sucia boca, que me besó con urgencia. La cual no he podido olvidar.

Jacob entra en el laboratorio, con su andar arrogante y la bata de médico, cubriendo sus brazos a la perfección. La expresión seria y casi fría en sus facciones se relaja, tomando una tonalidad cálida que me envuelve y me hace sentir rodeada de una sensación de paz y seguridad. Una emoción, que nunca debió estar ligada a mi nemesis. Pero Jacob tiene la capacidad de crear una nebulosa de emociones en mi interior.

La piel se eriza, espero sentada en la silla su habitual ráfaga de frialdad y amargura. Espero su comentario, el sentirme molesta ante él y enfrentarlo. Jacob es una molestia, una que parece caer en mi camino varias veces al día.

—Malorie, debemos hablar.

No me gusta como suena aquello; niego, manteniéndome quieta, esperando que él entienda la negativa de hablar de lo sucedido. Aún no sé qué sucedió, ni porque lo hizo y él quiere hablar. No somos nada, ni siquiera dos conocidos que se saluden con educación, así que hablar de un beso está mal. Debemos olvidarlos y seguir adelante, pero como olvido sus labios contra los míos, el toque suave y desesperado que parecía devorarme y enterrar, la ansiedad de recorrer cada centímetro de mis mejillas y cintura. La apremiante necesidad de fundirme contra su pecho y cobijarme en el calor que desprende. ¿Cómo puedo olvidar lo que se siente tocar a Jacob?

LO QUE NOS TRAJO EL MUÉRDAGO (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora