20. El miedo a perderlo todo.

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Malorie Vélez

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Malorie Vélez.

—No—niego rápidamente. Cayendo en la trampa de la cirujana. Ella sonríe con soberbia, dándose cuenta de que estoy mintiendo—son ideas tuyas, no está sucediendo.

—No mientas, Lori, estás enamorada. Te he visto enamorada, con el corazón roto y en muchas más situaciones; conozco cómo te ves cuando estás enamorada. — Se queda durante dos minutos en silencio, con el ceño fruncido y la mirada más crítica que le he visto. — ¿Volviste con Dean?

—No, por dios, no he vuelto con ese idiota infiel.

—Menos mal —suspira aliviada— ¡No los has negado! ¿Quién es el afortunado? —sonríe como un zorro astuto y travieso. Laiya avanza acortando la distancia que nos separa; sus ojos fisgones y extasiados me encierran en una situación sin escapatoria—. Dime, dime, Lori.

¿Estoy enamorada? ¿Laiya tiene razón sobre mi estado? Tengo esa expresión que ha descrito a detalle; poseo una mirada esperanzadora y carga de emociones a causa del cirujano. ¿Jacob López ha conseguido enamorarme? No estaría lejos de la verdad; él tiene todo lo necesario para hacerme caer en las artimañas del amor; sin embargo, no creía que mis sentimientos hacia mi némesis fueran tan profundos.

Me he enamorado de Jacob López. Me he enamorado de un hombre al cual juré odiar. Me he enamorado, cuando no debía suceder.

Me he enamorado, y aunque tengo miedo, se siente jodidamente bien.

Jacob me sonríe con genuina felicidad al salir del hospital. Sus ojos me detallan de pies a cabeza, me observan de una manera profunda y pura devoción; aquellos ojos me devoran con lentitud, tomándose el debido tiempo que necesita para detallar cada una de las curvas que poseo. No importa cuánto tiempo le tomó deslizar la mirada de un lugar a otro, él se ve emocionado con tomarse todo el tiempo del mundo para admirarme. Bajo sus ojos me siento como una obra de arte; me observan como los fanáticos observarán a las siete maravillas del mundo; no tengo duda. Estoy usando el pijama quirúrgico, ese que no se moldea a mis curvas y es lo suficiente cómodo para dormir con él. No hay nada estimulante en mi atuendo; aun así, él sigue observándome con deseo y amor.

Anhelo, uno que no había reconocido. La mirada de Jacob me hace sentir cosquillas en cada centímetro del cuerpo, alterando los nervios y sensaciones; la excitación va tomando fuerza y cuando nuestras bocas se rozan solo puedo dejar escapar un gemido ahogado, un sonido de pura necesidad.

—No me mires así —susurré en un gemido lastimero, sin poder seguir soportando. No tengo la resistencia necesaria para no caer ante la tentación y él solo continúa provocándome, llevándome hacia sus manos ágiles y tentativas que no me dejan tocar el cielo.

Lo hace ver tan fácil el retenerse y no sucumbir al deseo. Siempre tan controlado y seguro de sí mismo. Lo odio, odio que siempre parezca tan pulcro y controlado; nunca lo he visto perder el control, enloquecer por un deseo incontrolable e insaciable.

LO QUE NOS TRAJO EL MUÉRDAGO (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora