25 de marzo de 1995
Edgar odia tener que ir al pueblo natal de su madre. Esta a cuatro horas de la ciudad, un largo tiempo dentro del coche en el que Edgar siente que puede hacer todo: leer, escribir, resolver problemas matemáticos, contemplar el paisaje de árboles qué recorren.No es que no le guste pasar tiempo con su madre, pero no le agrada ir a un lugar que da la impresión de que se ha quedado atrapado en el tiempo, con construcción repletas de detalles y gente con costumbres del siglo pasado; eso es la descripción que su madre siempre da. A Edgar no le emociona mucho ir a un lugar que este tan alejado de los avances científicos, pero es solo un adolescente, así que tiene que obedecer.
Ella parece agobiada, no puede compartir su sentimiento ya que no sabe que pasa por su cabeza.
El chico cierra los ojos, descansando un poco la vista, esa mañana se a despertado con un grito apurado de su madre antes de lo habitual. Necesita descansar si va a enfrentarse a esa situación.
Ese día soleado, en la carretera, con los ligeros traqueteos del auto, Edgar se quedó dormitando en su asiento.
Fue entonces cuando comenzó todo.Quizás era una alucinación o estaba entrando en un sueño, la música de la radio de su madre dejó de sonar para ser cambiada por una suave melodía, acompañada de unas cuantas risas varoniles.Se enderezó con rapidez al notar que empezaban a aparecer casas a los lados, parpadeo un poco intentando ahuyentar el sueño. Había algunos autos fuera de algunos edificios que se veían imponentes, uno de los grandes edificios era una biblioteca pública que parecía muy antigua, algunos ancianos que veía por la calle vestían ropa anticuada.
El coche de un amarillo pastel se detuvo frente a una casa grande con un diseño sencillo, pintada de blanco casi en su totalidad. Muy en contra de su voluntad, desabrochono su cinturón y bajo del auto, su madre apago el coche y siguió su ejemplo.
—Ven Edgar. —se acercó y acomodo un poco su cabello— Tienes que darles una buena primera impresión.
El chico bufo con una ligera sonrisa, dejando a su madre ser.
— ¿Por qué sería importante eso?
—Es familia después de todo. Y si tienes suerte, puedes tener acceso a muchas historias interesantes de parte de la tía Göndul.
— ¿Tía Göndul?
Su madre lo sujeta del brazo sin decir más, se acercan y con sus nudillos toca la puerta. Esperan unos segundos antes de que se escuche ruido del interior, en un rechinido la puerta de madera es abierta.
— Oh, querida, realmente estás aquí, es un placer verte después de tanto. Tu madre estará contenta de verte —la mujer mayor habla con suavidad mientras les sonríe a ambos— Mira nada más esas ojeras que tienes. Debiste descansar más.
—Tía Göndul, me alegra tanto verte despues de tanto tiempo—suspira con alivio— Dormiré mejor esta noche estando aquí. Quería llegar tan pronto posible.
—Eso veo.
Su madre coloca cada mano en sus hombros, y lo acerca un poco más a ella.
— Este es mi hijo. Edgar.
—Un gusto conocerla —su voz tiembla ligeramente, pero al menos no se traba o tropieza con sus propias palabras, extiende su mano.
Göndul le sonríe con amabilidad luego de analizarlo silenciosamente, y le da un apretón de manos a modo de saludo.
— Eres más educado que muchos que conozco. Hiciste un gran trabajo Anna —se dirigió a su madre, que sonríe ligeramente— Pasen, pasen. Sería grosero de mi parte dejarlos afuera.
Se adentraron a la vivienda. Edgar contemplo el lugar con la boca abierta, ellos viven en un departamento, lo suficientemente grande para tres personas. Comparado con esta casa parecía nada.
Se acercaron a la sala de estar donde había otras personas, varios sillones y una mesa en el centro, que mantenían una platica trivial, dio un saludo general a la gente de ahí, luego saludo a su abuela con un abrazo. Lo único bueno de toda esa situación es que estaba su abuela.
Su madre parecía bastante contenta con toda esa gente, mostraba una actitud diferente a la que tenía en casa o cuando estaba su padre. Una sensación de pesadez se instalo en su estómago al pensar en eso.
Tomo asiento y comió unas cuantas galletas qué había en la mesa, los adultos tenían una conversación que no entendía, y tampoco era de su interés, se removió inquieto un par de veces.
Su madre estaba un tanto distraída conviviendo con la gente, no noto su lamentable situación. Para su sorpresa, alguien más lo hizo.
Sintió el undimiento del sillón a su lado, volteo y se encontró con Göndul, que le dedicaba una reconfortante sonrisa.—No pareces muy contento de estar aquí.
—No lo estoy, es incomodo. Quiero explorar, algo interesante que hacer. —admite.
— ¿Algo interesante? — su sonrisa se transforma en una de diversión— Tengo algo para ti entonces.
Ella se levanta, haciéndole una seña para que la siga antes de dirigirse a las escaleras qué estaban junto a la puerta de la entrada. Edgar le sigue cuando procesa lo que le dijo, un poco confundido, hay una extraña emoción que se clava lo más profundo que puede en sus entrañas. Mientras se aleja y esta a mitad del pasillo, voltea atrás, nadie parece notar su ausencia, si lo hacen, no parecen tomarle importancia.
La madera de las escaleras rechina, llegan al segundo piso, pero no se detiene ahí, Göndul sigue subiendo hasta un pequeño cuarto, como un ático, pero más grande y espacioso.
Hay miles de cosas antiguas, cajas, lámparas de vidrio con varios diseños, cuadros, instrumentos, libros, entre otras.
Göndul busca algo, con cuidado de no maltratar algo, pasos elegantes y seguros. Edgar no avanza mucho cuando encuentra algo que lo detiene unos minutos, hasta que reacciona, avanza un poco y vuelve a distraerse con otra cosa.
De una de las empolvada cajas, saca un cuaderno; pasta dura de color negro, un dibujo de un cráneo y una rosa qué su tallo se enreda en la calaca que termina por florecer abriendo mucho sus pétalos.
Con delicadeza saca el polvo de la cubierta y se lo entrega al chico, que al fin a logrado llegar hasta donde estaba Göndul.— Puede no parecer la cosa más interesante en un principio. Pero puede ser toda una experiencia si exploras el pueblo mientras lees esto.
Ella se marcha tarareando una canción que resulta familiar, no le toma importancia, se sienta y deja el cuaderno frente a él, analizando que debería hacer a continuación.
Se pasa un rato meditando, no tiene muchas opciones, por lo que toma el cuaderno en manos y lo abre, listo para enfrentar su aburrimiento.

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Cartas
FanfictionEdgar va al pueblo donde su madre creció. Ahí se encuentra con Göndul, quien le entrega un cuaderno que contiene escritos de un tal Beelzebú, donde menciona mucho a un tal Nikola. ¿Qué se supone que haga con esta información?