Cartas

15 de marzo

15 de marzo, 1960.

Las cartas de despedida nunca fueron lo mío. Especialmente porque nunca tuve necesidad de escribir una. Nunca tuve oportunidad de despedirme de los únicos amigos que tuve. Y no hay mucho que pueda decir de mis progenitores.

Por desgracia, mi alma no guarda ningún mensaje significativo.

Tía Ari, agradezco que me recibieras en tu casa y me cuidarás como tu hijo, luego de que mis progenitores cometieran aquel homicidio, que me dejo en la portada de algunos periódicos por un tiempo. Te amo más de lo que alguna vez los quise a ellos.

Extraño a Lilith y los demás. Aun así, si ellos estuvieran aquí, probablemente yo no estaría escribiendo esto, porque al menos tendría una razón más por la que vivir.

No hay un gran poema o revelación. Cuando los medios encuentren mi cuerpo preguntaran: ¿Qué lo mato?
Cuando vean esto posiblemente dirán que fui un cobarde más, que no dejo ningún aporte al mundo y me aventaran a la montaña con los demás cadáveres, que alguna vez fueron personas con un dolor sin compartir.

¿Es un grito de ayuda o los delirios de un loco?, quizás ambas.

Beelzebú Blackwell

Edgar había dejado de lado el cuaderno mientras comían. No esperaba que lo que le siguiera fuera esto; una hoja suelta que tiene escrito una carta de suicido.
Probablemente el tipo había fallado, ya que había más contenido, firmado por la misma persona. Eso no lo hacía mejor.

Sintió una pesadez instalarse en su estómago, parecido a las náuseas.
Dejo de lado su lectura, ya que tenia que mentalizarse para lo que sucedería.
Estuvo riendo, charlando con los adultos, siendo consentido por su abuela, pero ese sentimiento no lo abandono.

La noche llego más rápido de lo que espero. Le asignaron una habitación para el solo, una mala idea si lo pensaba.

Soñó con la banca de un parque.