3 de Octubre

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Edgar se siente un poco decepcionado de no tener otro escenario unas horas despues, es hasta el día siguiente cuando vuelve a suceder.

Paseaba por la calle con tranquilidad, sobre la acera, tarareando la tonada que Beelzebú había tocado en el piano.

Fue justo cuando paso.

El escalofrío lo recorrió y esta vez los cambios fueron más notables. Por ejemplo, algunas tiendas por las que pasaba cambiaron; de diseño, de pintura, de todo en general.

Las únicas dos personas que conocía a la perfección, aparecieron pronto, caminando juntos, en un paseo, suponía.

Otro detalle es que las hojas de los árboles estaban amarillentas o naranjas, y empezaban a caerse.

- ¡Beel, creo que hoy e obtenido un gran avance en mi investigación!

- ¿Enserió? Bueno, teniendo en cuenta que eres tu, no debería sorprenderme.

La sonrisa brillante de Nikola podría dejar ciego a cualquiera.
Edgar se pregunta si su sonrisa es así o solo Beelzebú puede hacerlo sonreír así.

El chico camina a su lado, está vez, debajo de la acera, con riesgo a que alguien lo atropelle, aunque no sabe si eso es posible y no quiere averiguarlo. El pueblo parece más vacío que de costumbre.
Puede ver el inquieto movimiento de mano de Nikola, como si quisiera sostener algo, pero se contiene.

Edgar se queda pensando en eso, no tiene razones para pensar en una acción tan mínima. El dúo camina hasta llegar a la casa de Beelzebú, adentrandose a la propiedad.

Hasta el momento, no había visto a Nikola pasar a la casa del otro o viceversa, pero a hecho saltos temporales muy largos que posiblemente ya haya pasado antes.

El se queda en la entrada, observando ese lugar por primera vez realmente, con sus manos metidas en sus sudadera a modo de fanfarroneria.

Nikola se sienta en el sofá de la sala, frente al televisor. Beelzebú se deshase del saco qué traía puesto y lo arroja a un lado de Nikola, para dirigirse a la cocina.

Se siente un sitio cómodo. Edgar no puede explicarlo tan fácil. Es solo como si fuera un lugar seguro, extrañamente, es algo que nunca sintio con su familia.

Más pronto de lo que espero, Beelzebú regresa con dos tazas de chocolate caliente. El mal tercio de la habitación (incluso si no puedan verlo), hace una mueca. Él también quiere chocolate caliente.

La voz animada de Nikola es todo lo que se oye, mientras Beelzebú mantiene su silencio habitual y se limita a escuchar.

Edgar mira el ventanal al lado de la puerta, cubierto por cortinas para que nadie de afuera se entrometa en la privacidad del hogar.
Luego observa la alfombra, la mesita, los cuadros en las paredes, la radio; observa cada detalle de la sala.

—Nikola, no —dice Beelzebú en un tono de advertencia. Edgar vuelve a poner su atención sobre la pareja, si es que puede denominarlos así.

La sonrisa de Nikola se ensancha, sin mostrarse afectado por el tono de voz de Beel.

— ¡Vamos Beel~! —dice jugetonamente. Edgar se a perdido la mitad de la conversación— Será divertido.

El pelinegro se levanta del sofá, retrocede unos pasos, intentando huir. Nikola es más rápido, en un movimiento: toma la cintura de Beelzebú y lo jala hacia él lo más cerca que puede, con su manos libre, toma la mano de Beelzebú.
Por primera vez, Edgar se percata de la diferencia de estatura entre ambos, Beelzebú es más bajo por unos centímetros.

—Nikola, detente, ahora —más que una orden, sono como un grito silencioso de pánico— ¡No se bailar!

—Sólo relájate, Beel.

El balanceo empieza ligeramente, de un lado a otro, con el ritmo de una canción imaginaria que Nikola se invento. Beelzebú se aferra fuertemente a Nikola, con miedo de tropezar; su parte más racional le dice que Nikola no lo dejaria caer, así que se obliga a sí mismo a relajarse.

Edgar tiene una sonrisa divertida mientras mira a ambos bailar, se deja caer en el sillón, no hay ni un solo momento en el que sus ojos se despeguen del vals qué se empieza a desarrollar frente a él.

Es algo desordenado al principio, poco a poco se desplazan a la cocina, que es un lugar más amplio para su baile y empiezan a obtener un ritmo propio, más fluido y no tan rígido como al principio.

No hay necesidad de moverse del sillón, solo tiene que asomarse un poco para tener una buena visión de la cocina.
Es tan entretenido y adorable ver a los dos danzar, susurrando cosas el uno al otro.

Se a encariñado con ambos, incluso si solo han sido pequeños momentos.

Es tan extraño querer a alguien que no conoce.

Edgar no puede evitar pensar con burla qué en esos días, Nikola y Beelzebú se han vuelto más presentes qué sus padres en toda su vida.

Nikola deja descansar su cabeza en el hombro de Beelzebú, su baile se ha detenido, ahora son solos ligeros balanceós mientras se abrazan.

En un parpadeo, Edgar estaba nuevamente en la calle, sobre la acera, el cuaderno estaba en una de sus manos, como lo estuvo desde el principio.

Suspira derrotado.


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