Ultimo cambió.

82 5 36
                                    

Edgar mira las cartas repartidas en el piso en un semicirculo frente suyo. Todas las hojas están fuera de su sobre, mostrando su contenido, todas las letras en las que Beelzebú intento plasmar el amor que sentía hacia Nikola.

Necesitaba respuestas, sabía quien podía dárselas. Se levantó para ir por Göndul, pero en cuanto cruzo la puerta de su cuarto, su entorno cambió completamente.

Estaba en la biblioteca, frente a él piano, por la ventana podía apreciar que era de noche, la luz de la luna se las arreglo otra iluminar el piano, no debía ser tan noche como pensó en un principio.

A sus espaldas escucho pasos ligeros acercarse. No tuvo que voltear, espero a que la silueta se mostrará frente suyo y así sucedió; Beelzebú subió a la plataforma, sentándose y acomodándose lo mejor que pudo al tener su cuerpo tembloroso.

Estaba más palido de lo normal, tenía notables bolsas bajo los ojos que, por cierto, estaban inchados por el llanto. Edgar observo cada movimiento en silencio.

Una profunda respiración antes de que los dedos se movieran con agilidad sobre las teclas del piano.

Entonces recordó lo que la anciana le dijo. La melodía reflejaba perfectamente la melancolía y tristeza que guardaba su autor, resonando por la biblioteca como un llanto desgarrador.

Fuero unos buenos minutos de la cancion, hasta que Beelzebú se detuvo, dejando salir las lágrimas qué guardaba, su llanto se volvió más notorio poco a poco. Las lágrimas caían sobre las teclas blancas del instrumento y terminaban resbalando hacia el suelo, donde dejaban marca.

El pelinegro se paro, tambaleandose de un lado a otro. Necesitaba ayuda rápida.
Edgar lo sabía, pero cuando intento sostenerlo sus manos traspasaron su cuerpo. Gruño con molestia.
A ese punto, a Beelzebú ya no le importaba no sentirse bien, corrió a la salida, lo intento, pero a penas se alejó unos pasos cayó de golpe a el suelo.

Edgar se apresuró a agacharse a su lado, en pánico, no pudo hacer mucho y su ambiente sufrió otro cambio.

Estaba lloviendo a cántaros, no había gente al rededor, pero cuando se dio tiempo de estudiar su entorno noto que estaba en la entrada de un hospital, y solo había una persona parada fuera del edificio.
Entrecerro los ojos, intentando enfocar su vista.

"¿Nikola?" la palabra salio con duda al ver a él castaño, nuevamente.

Se veía diferente a la actitud alegre y enérgica que pudo presenciar en el.
Del hospital, una mujer salio desconsolada, sus manos cubriendo su rostro para que nadie viera su dolor, un hombre y otra mujer a sus espaldas, agarrándola para que no cayera a él suelo.

— Aradia, tranquilízate —dijo el hombre.

— ¡Beelzebú esta muerto! ¡No puedes pedir que me tranquilice! —respondió entre lágrimas.

Oh.

Su rostro se contrajo en una mueca de horror. Pero nada se comparo con el rostro de Nikola al escuchar esas palabras.

No puede describirlo. No tiene palabras para describir a alguien que parece que lo ha perdido todo.

El científico da media vuelta, completamente rígido, listo para irse a algún lugar.

— ¡Espera! — llama Aradia— Eres Nikola Tesla ¿Verdad? —las lagrimas no dejan de resbalar por sus mejillas— Beelzebú dejo unas cartas para ti —susurro, sacando de su saco las cartas qué hace momentos Edgar tuvo entre manos— las encontré en su habitación y todas eran para ti...

Esa mujer era fuerte.

No puede describir lo que paso por la mente de Nikola en ese momento, no lo sabe. Temblorosamente tomo las cartas, las observo antes de abrirlas. Por fortuna estaba en un lugar donde algunos pilares y un poco de techo los cubrian, aun así era imposible escapar de las ráfagas frías de aire.

CartasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora