IV. Morning Shadows

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El sol comenzaba a despuntar en el horizonte, bañando la ciudad con una suave luz dorada. Las calles se llenaban lentamente de vida mientras los primeros transeúntes se dirigían a sus trabajos, y el bullicio matutino de la urbe anunciaba el inicio de un nuevo día. Entre los imponentes edificios y el tráfico incipiente, un pequeño local destacaba con sus amplios ventanales y televisores estratégicamente colocados en estantes, transmitiendo las noticias matutinas.

Una periodista, con un rostro serio pero profesional, miraba fijamente a la cámara mientras relataba los eventos recientes. Hablaba sobre el asesinato de los hermanos Shiratori, detallando la brutalidad del crimen y sugiriendo la posible implicación de un grupo de asesinos en serie. Mencionó también un homicidio en masa ocurrido dos semanas atrás en un almacén abandonado, y el trágico asesinato de una joven mujer llamada Ichi Mezato. Las imágenes de las víctimas aparecían en la pantalla, acompañadas de las condolencias a las familias afectadas.

—Se pide a la ciudadanía que tome precauciones y evite salir de noche —advirtió la periodista, su voz firme y preocupada—. El detective Ekubo, a cargo de la investigación, ha indicado que ya tienen a un posible sospechoso.

Las palabras de la reportera se extendieron por la ciudad como una brisa inquietante, infundiendo un nuevo temor en los corazones de los ciudadanos. Mientras tanto, en el cielo, bandadas de aves volaban libremente, sus sombras proyectándose sobre las casas y calles. El sol ascendía, iluminando una zona residencial privada con grandes casas y jardines bien cuidados. Una en particular, con una fachada pintada en tonos de amarillo y naranja, destacaba. En la cochera, un coche oscuro permanecía estacionado.

La casa parecía acogedora y tranquila. Un colibrí revoloteaba cerca de una de las ventanas del segundo piso, ofreciendo un vistazo fugaz de una habitación decorada en tonos rosados, llena de peluches y muñecas vestidas como princesas. El colibrí se alejó al ver la silueta de un hombre entrando en la habitación. Vestía una camisola blanca arremangada hasta los codos y se acercó a la cama, inclinándose para recoger algo. Un par de pequeñas manos se aferraron a sus hombros.

El hombre se enderezó, revelando al detective Ekubo. Sostenía a una niña de cinco años en sus brazos, vestida con una pijama de estrellas y con un cabello negro alborotado. Ekubo le dio un beso en la mejilla y la saludó con un suave "buenos días, princesa". La niña, aún somnolienta, se abrazó a su padre y murmuró que todavía tenía sueño. Ekubo rió suavemente y la llevó al baño, sentándola en el retrete mientras humedecía una toalla para limpiarle el rostro.

—No quiero ir a la escuela hoy, papi. Quiero que te quedes conmigo —dijo la niña, todavía adormilada.

Ekubo sonrió y negó con la cabeza. —No podemos hacer eso, mi amor. Tienes que ir a la escuela, aprender mucho y hacer nuevos amigos.

Aunque la niña parecía desanimada, Ekubo se agachó a su altura y le acarició el cabello. —Te prometo que el fin de semana iremos al cine, ¿te parece?

EN LA MIRA│ShouRitsuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora