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La atmósfera en el hospital esa noche era sofocante, cargada de una tensión palpable. Aunque los pasillos parecían casi vacíos y el murmullo de los pocos pacientes presentes apenas era audible, la calma pronto se rompió cuando una ambulancia apareció, escoltada por varias patrullas con sirenas destellando. Los médicos y enfermeras, que hasta ese momento mantenían una rutina relativamente tranquila, supieron en cuanto vieron la escena que esa no sería una noche más.
Las puertas de la ambulancia se abrieron con un crujido brusco, y los paramédicos saltaron fuera con rapidez. Uno de ellos permanecía sobre la camilla, inclinada sobre el cuerpo malherido del detective Ekubo, ejecutando maniobras frenéticas para evitar que los pulmones del hombre colapsaran bajo el peso de su propia sangre. La camilla, que se movía con urgencia por las manos de los paramédicos, estaba empapada de un líquido rojo y brillante. Las manchas de sangre fresca cubrían no solo el cuerpo de Ekubo, sino también los uniformes de los paramédicos, sus rostros tensos y concentrados.
Al avanzar por el largo pasillo del hospital, las ruedas de la camilla resonaban con un traqueteo acelerado, como el propio latido del tiempo que parecía precipitarse en esa carrera contra la muerte. Uno de los paramédicos gritaba las órdenes de protocolo al personal que esperaba al otro lado de las puertas automáticas, recitando el nombre del paciente, su tipo de sangre, y su estado crítico. Dentro de la sala de emergencias, se desencadenó una actividad febril: luces parpadeantes, monitores encendiéndose, manos ágiles preparando instrumental mientras un equipo de médicos corría para estabilizar lo que quedaba del frágil cuerpo del detective.
Mientras tanto, Teruki Hanazawa y Tenga Onigawara entraban por la entrada principal del hospital, sus rostros pálidos y tensos, arrastrando consigo la desesperación y el cansancio de una noche llena de violencia. Teruki tenía la ropa salpicada de sangre, mezcla de la suya y de Ekubo, y los restos de la lucha reciente contra el asesino aún marcaban su piel en cortes y hematomas. La adrenalina que le había permitido mantenerse de pie hasta ese momento comenzaba a agotarse, especialmente para Teruki, quien no podía despegar la mirada de las puertas de emergencias.
Teruki se movió hacia la zona de emergencias, sus pasos apurados resonando contra las baldosas frías del hospital. Su pecho se contraía con cada respiración entrecortada, y su mente, aún atrapada en la escena de la pelea, se negaba a aceptar la posibilidad de perder a Ekubo. Antes de que pudiera entrar en la sala de emergencias, una enfermera lo detuvo, su rostro lleno de empatía pero firmeza.
—Lo siento, pero tendrán que esperar aquí. El equipo está haciendo todo lo posible para salvarlo. —La enfermera, con su uniforme impecable, no permitía réplicas.
—¡No! Necesito estar allí… él… —La voz de Teruki se quebró, su garganta se cerraba por el dolor y las lágrimas, incapaz de articular todo lo que sentía. Estaba cubierto de la sangre de su amigo, y esa sensación viscosa en sus manos era un recordatorio constante de su fracaso en protegerlo.
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EN LA MIRA│ShouRitsu
FanfictionInmiscuirse en los pasillos más oscuros de su hogar no era buen ingenio. Sentía presencias más allá de lo intangible, un ojo gatuno que lo observaba a toda hora y en cada lugar, incluso entre sus sábanas y a la hora de rezar. No estaba preparado par...