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Jueves 01 de julio de 2021 - Medellín, Colombia

—Leia necesita mano dura, yo de usted le decía a mi papá.

Daniel no hace mucho había llegado a la casa y ahora me acompañaba en mi habitación mientras me terminaba de arreglar.

—Ese conjunto le queda bonito, me gusta más que el vestido, se ve más bonita —dijo cuando le mostré mi segunda idea de ropa.

Daniel era el hijo del medio, pero de alguna manera era mi cómplice en casi todo.

—Volviendo al tema de Leia, pensaba en decírselo a mi papá ahora más tarde, cuando Richard se fuera.

—Es mejor, Dios no lo quiera pase algo y queda usted encartada, no mija.

El timbre sonó alertandonos a Daniel y a mi, Daniel se paró de la cama de un salto.

—¡Marica que tensión! —gritó corriendo —me siento como Betty volviendo a Ecomoda, ¡Póngase los aretes yo bajo a abrir!

Bueno, este estaba más emocionado que yo. Pero ahí ellos dos hablaban un rato, por lo que antes de bajar fui a la habitación de Leia, que seguía encerrada.

—Carolina, ¿Puedo entrar? —no hubo respuesta —Carolina, vengo para que hablemos tranquilas.

—Baje que la están esperando —respondió ella del otro lado de la puerta.

—No quiero bajar y hacer como si nada.

—Entre.

Abrí la puerta, se había bañado, su cabello mojado lo evidenciaba.

—Resucitó —dije entrando.

Ella me miraba esperando que hablara.

—No era el tono en el que debía de hablar, lo reconozco pero la preocupación sigue siendo la misma, y sigo pensando que no estás en edad para ese tipo de cosas.

—Usted sale y nadie le dice nada, mire nomás, se fue a Cartagena con su novio y nadie le dice nada, pero si yo medio hago algo y ya tengo a todos encima.

Tomé asiento a su lado, en la cama.

—La diferencia es que yo ya soy mayor de edad, y si es verdad, salgo, y algunas veces llego tarde pero lo hago porque soy responsable conmigo misma, porque entiendo lo que debo y no hacer y no, por más madura que te sientas Leia, tenés catorce años, todavía te faltan cosas por vivir, por aprender, queme sus etapas —respondí empática —y él no es mi novio, al menos no todavía.

—¿Le va a decir a mi papá?

Acaricié el dorso de su mano.

—Él tiene que saberlo, y le aseguro que lo que él le diga se lo va a decir con el mayor amor y la mayor preocupación que siente por usted porque es la hija. Además no es la primera vez. Pero tampoco le voy a amargar a ninguno de los dos el rato, y, luego reconozca que se equivocó y tome una decisión. Pero entienda que aquí nos preocupamos por usted, no por cansones o por metidos, sino porque la amamos, así a veces estemos que nos agarramos del cabello.

Leia se quedó en silencio y la abracé, ella correspondió. Parecía una niña pequeña.

—¿Qué van a hacer?

—Vamos a salir.

—¿Me trae algo?

—Si se tomó la sopa.

Ella señaló la taza vacía.

—Bueno, yo le traigo algo.

—¡Isa! —gritó mi hermano —¡Baje pues!

APRENDER A QUERERTE - Richard RiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora