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Y ya no sé que hacer para que estés bien

Si apagar el sol para encender tu amanecer

—Darte un beso, Prince Royce.

Viernes 02 de julio de 2021 - Medellín, Colombia

Iba en mi carro manejando rumbo a la casa de Laura, dije que iría a recogerla, me encantaba manejar de noche por la ciudad, cantaba al compás de la música que iba escuchando en el interior del vehículo. Le envié un mensaje a Lau, avisando que ya estaba afuera, la puerta principal se abrió y por ella salió don Juancho, el papá de la jovencita que me quitaba el sueño, desde el día en el que lo conocí don Juancho me pareció un hombre muy elegante, su forma de moverse, vestir, ese hombre imponía con su presencia a cualquier lugar al que llegaba; de sus tres hijos el más parecido a él físicamente era Daniel. Bajé la ventana del carro cuando ví que venía hacía mi.

—Don Juan Carlos, buenas noches —saludé lo más formal que pude —¿Cómo está? ¿Se va a sentar? —le quité el seguro al carro para que pudiera abrir la puerta e ingresar.

—Mi muchacho, bien gracias a Dios, que noche tan fresquita —comentó sobre el clima —¿Cómo le ha ido?

—No pues, pasando rato con mi familia, que hace rato no los veía, y saliendo con Laura, como le dije ayer que vine a recogerla —mis dedos tamborileando en el volante, estaba nervioso.

Don Juancho suspiró recostando en el asiento del copiloto. Su semblante reflejaba tranquilidad.

—Ya se lo había dicho pero, la verdad me alegra mucho ver que después de tanto tiempo por fin están intentando algo, y, que más que sea con usted, que es conocido por la familia desde hace años, ¿Cómo les está yendo?

Sonreí involuntariamente recordando nuestras salidas en Cartagena, y los momentos que hemos pasado juntos desde que regresamos a Medellín, el hombre pelinegro lo notó y sonrió también.

—Ya esa expresión lo dijo todo —su tono era jovial. Pero por algún motivo no dejaba de pensar en que en cualquier momento me iba a amenazar —era la misma expresión que se me dibujaba en el rostro cuando estaba con Tuti

Tuti, como se referían cariñosamente los familiares de Laura a su madre. Me tensioné un poco, era la primera vez que hablaba con don Juancho sobre ella.

—En la casa hay muchas fotos de ella, y Lau se parece demasiado.

—Es su viva imagen, en muchos sentidos —añadió el hombre orgulloso —Ayer que vino me hizo quedarme toda la noche recordando una conversación que tuve con ella cuando Isa tenía más o menos nueve años. Laura Isabella es mi primera hija, y me acordaba del día en el que la ví por primera vez, el día que nació, cuando la cargué, sentí como si solamente ahí ella toda chiquitita con sus ojitos cerrados, y esas manos tan diminutas que tenía me pusiera de rodillas, y siempre me consideré muy celoso con ella hasta que una vez Tuti me dijo que cómo iba a hacer cuando ella tuviera novio, y acordamos que ella era la que iba a encargarse de recibir a los pretendientes para evitar que yo se los matara. A veces veo a Isa y me cuesta aceptar que ya no tiene nueve años.

—Don Juancho, yo, se lo dejé claro ayer, que estoy saliendo con Laura porque quiero algo serio con ella, y tampoco pretendo competir con usted, Lau, lo adora con todo su ser, y esa niña es el reflejo de todo lo que usted y su esposa, que en paz descanse le enseñaron, siempre ha dejado en alto esos valores —respondí con sinceridad —y de hombre a hombre, lo admiro mucho por todo lo que hizo y sigue haciendo por sus hijos, no creo que haya sido fácil pero sé que ha dado lo mejor y hasta más.

APRENDER A QUERERTE - Richard RiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora