El amor tiene la capacidad de surgir en los momentos y en los lugares menos esperados, a veces ni siquiera lo estábamos buscando cuando él simplemente llega y causa revuelos.
Eso es algo que Richard y Laura sabían a la perfección.
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Jueves 17 de junio de 2021 - Cali, Colombia.
La lluvia torrencial que caía sobre la ciudad ese jueves limitaba la vista de los conductores que se habían visto obligados a disminuir la velocidad pero, también la de los peatones que corrían de un lado a otro de la calle tratando de resguardarse de la tempestad. Fue en cuestión de minutos que el cielo se oscureció, ahora solo lo iluminaban los rayos que acompañaban la tormenta. Hacía meses que no llovía de la manera en la que sucedió en ese momento por lo que el caos tomó desprevenido a más de uno. Los parabrisas de los autos se movían de lado a lado intentando contrarrestar las cascadas que caían sobre los vidrios de los vehículos sin mucho éxito.
Con los últimos días calurosos la lluvia era anhelada en la famosa sucursal del cielo. La mujer dentro del vehículo miraba las gotas deslizándose por la ventana.
— ¿Está bonito el paisaje? —habló el conductor llamando la atención de la mujer, quien despegó su vista de la ventana.
—No se puede ver mucho, pero al menos está haciendo frío, creo que eso compensa lo de la vista —respondió la mujer.
El hombre de bigote miró a la joven a través del retrovisor.
—Le tocó un clima fresco, el calor de los últimos días era el propio infierno, uno salía de bañarse y ya estaba sudando —dijo quejándose con una notable mueca de fastidio —Cómo es el clima por allá en medallo?
—Digamos que no hace así un frío como para uno mantener acobijado todo el día, pero tampoco es como que haga un calor desesperante como el de acá de Cali.
—¿Y ya se acostumbró?
—Pues, llevo viviendo ya dos años allá, y es mucho a lo que uno se acostumbra.
—No se le ha pegado el acento todavía —bromeó el hombre haciendo reír a la jovencita.
—La gente que se va a vivir a otro lugar y ya quiere cambiar el acento me parece tan rarita —el hombre soltó una carcajada cuando escuchó el comentario de la ondulada —enserio don Raúl, ¿Usted no ha visto a los colombianos que se van? para España y ya quieres imitar el acento de los españoles? ¿O que dicen que su comida preferida de toda la vida es la Paella, cuando crecieron comiendo sancocho de gallina con uno? Eso es un descaro, negar la patria.
—Me hace acordar una vecina, esa mujer toda la vida en Colombia, se fue a España como a los cuarenta y dos, volvió como tres años después y ya se le había olvidado el acento de acá supuestamente —comentó don Raúl —por eso le preguntó lo del acento.