Capítulo 8

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brooklyn's pov

¿ALGUNA VEZ has sentido que ya no tenías más lágrimas para derramar? ¿Que tu mundo se desmoronaba de tal manera que era inútil intentar salvarlo?

Así me sentí yo desde que el primer mensaje que me llegó de mi padre en meses decía que mi madre había vuelto esa tarde la ciudad.

No pudo elegir mejor momento para enviármelo: en medio de una fiesta.

Parecía empeñarse en querer hacerme sufrir a toda costa.

Él sabía cuánto me afectaba ese tema. Todos en casa lo sabían. Por eso, no entiendo como me lo pudo soltar así sin más. Era como... si yo no le importara.

Con eso me había dejado claro que no me quería.

Yo no quería aceptarlo, al final de cuentas era mi padre, pero era la realidad.

Esa noche me emborraché como nunca en mi vida. No obstante, por las pocas veces que lo he hecho soy consciente de que tengo muchísimo aguante con el alcohol con respecto a mi conciencia.

Así que difícil era hacerme olvidar las cosas.

La pobre Aisha me encontró dando tumbos por la casa de Moon y al ver que no podía casi mantenerme de pie se aseguró de que llegaba al vestíbulo de mi edificio sana y salva.

Subí por el ascensor, agarrándome de la baranda que había atornillada a la pared de este y cerré los ojos con intensidad, tratando de aguantar el mareo, no tenía fuerzas para cruzar las escaleras.

Una vez abrí la puerta de mi casa, todo parecía ser igual que siempre. Chase jugando a videojuegos, Sky viendo lo que supuse que era un tutorial de maquillaje por sonido que salía de su teléfono y Erika sacando alguna comida del microondas.

Lo que ninguno sabía, era que para mí todo había cambiado.

Mi hermana rodeó la encimera, notándome en el proceso. Al ver mis pintas esbozó una mueca de preocupación.

— ¿Tú lo sabías? — pregunté. Mi padre sí hablaba con ella, algo le tuvo que haber contado.

Deseé con todas mis fuerzas que me mirara confundida y me preguntara de qué hablaba.

Pero no.

No me contestó, y haciendo eso me dio la respuesta que necesitaba.

— Genial — murmuré, viendo de reojo que los mellizos nos miraban sin entender nada. Reuní las pocas fuerzas que me quedaban para ir hacia el pasillo, no obstante, Erika me agarró de la muñeca.

— Espera, Brooke...

Me deshice de su agarre con mucha brusquedad. Su simple toque me quemaba.

— ¡Espera nada! N-no... no tienes excusa, joder. — el nudo de mi garganta me apretaba tan fuerte que tenía unas ganas tremendas de vomitar.

— ¿Qué pasa? — preguntó Chase. Ahí recordé la presencia de los mellizos.

— Meteros en vuestro cuarto — pedí, intentando tranquilizarme.

I'M THE BEST || miguel diaz. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora