CAPÍTULO 8

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Emma:

Saliendo del instituto, vi a Grace junto a sus dos amigos, quienes me sonrieron cuando me acerqué a ella. Durante las horas de clase, Grace siempre llevaba el uniforme impecable; podría jurar que le tomaba al menos una hora arreglarse. Pero ahora, era raro verla así: con la corbata desordenada, sin el blazer, y las mangas de la camisa dobladas, dejando entrever un poco de sus tatuajes y las venas marcadas en sus brazos...

¿En qué demonios estoy pensando?

—Emma, ¿lista? —dijo Grace, dándome una de esas sonrisas de las cuales era fan. Solo asentí, y ella se volvió hacia Jasper y Elizabeth—. Bueno, nos vemos mañana, tontos.

Grace se volvió hacia mí y extendió la mano. —Dame tu mochila, yo la llevo —dijo con firmeza. Dudé un momento, pero se la entregué. Ella la tomó con una sonrisa antes de girarse y dirigirse al coche, conmigo a su lado.

Avanzamos hacia el coche de Grace. Ella me abrió la puerta del copiloto, y cuando estuve adentro, cerró la puerta y caminó al lado del conductor. Al subirse, colocó mi mochila en el asiento trasero y encendió el motor.

—¿Adónde quieres ir?  se que te dije de tomar algo pero sueles ser especial—preguntó, mirándome con esa chispa de curiosidad en sus ojos avellanas

—No sé, ¿tienes algo en mente? —respondí, tratando de parecer casual mientras mi corazón latía con fuerza.

Grace sonrió y puso el coche en marcha. —Tengo un par de ideas. ¿Qué te parece si vamos por un helado y luego damos un paseo? Conozco un lugar tranquilo cerca del parque.

—Me parece perfecto —dije, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo.

Condujimos por la ciudad, conversando sobre conspiraciones y sobre Venezuela. Ella no dejaba de decir que estaban bajo una dictadura. El ambiente era relajado, el disgusto que sentía desde la fiesta se había esfumado.

Llegamos a la heladería y Grace insistió en invitarme. Mientras esperábamos nuestros helados, noté cómo algunos de los clientes nos observaban, probablemente porque Grace destacaba incluso entre la multitud. Sentía una pesadez en el estómago como ese día que la vi con esa rubia en la fiesta.

—Aquí tienes, un helado de fresa —dijo, entregándome mi helado y sonriendo de nuevo.

—Grace, gracias por esto —dije tomando su mano. Noté cómo sus mejillas se sonrojaron y reí al verla así.

Ella me miró y, por un momento, todo se detuvo. —Emma, no tienes que agradecer. Me gusta estar contigo.

La sonrisa de Grace hizo que mi corazón se acelerara aún más. Era un alivio estar con ella, sentir su compañía como un refugio seguro.

Nos sentamos en un banco cercano, disfrutando del helado. Grace comenzó a hablar sobre sus clases y sus planes para el verano. Me gustaba escucharla, su voz tenía un tono calmante que me hacía olvidar mis preocupaciones.

De repente, un grupo de niños pequeños apareció cerca del parque, jugando alegremente. Uno de ellos tropezó y cayó, rompiendo en llanto. Grace se levantó de inmediato y se acercó al niño, agachándose a su nivel. Sus acciones eran suaves y cariñosas mientras le ofrecía un pañuelo y le sonreía con ternura. Vi cómo el niño se calmaba al instante, apuesto lo que sea que ese que sese niño ahora tenia una nueva persona favorita, y esa era Grace.

—Es impresionante cómo puedes hacer sentir bien a alguien con solo una sonrisa —le dije cuando Grace regresó a mi lado.

—Me encanta hacer sonreír a la gente —respondió ella, encogiéndose de hombros con modestia. —Sobre todo a los niños. Mis padre dicen que es por que tengo alma de uno, pero eso es falso.

THE DAY I MET YOUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora