CAPÍTULO 13

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Grace: 

Habían pasado casi un mes desde que Emma y yo empezamos a salir (claro nada oficial), y todo iba sorprendentemente bien. Cada día con ella era como estar en el cielo, sin tormentas ni obstáculos que amenazaran nuestra felicidad. Me asombraba que, por primera vez en mi vida, no hubiera nada que pudiera arruinarlo. Amar a Emma era como caer al vacío, una sensación vertiginosa pero extrañamente natural, como si estuviera destinada a ello. No necesitaba esforzarme para quererla; era algo tan fácil, tan inevitable, como respirar. En cambio, si me resistía a su amor sentía que me moría. 

Si amar a Emma me condenara al infierno, lo aceptaría sin dudarlo. Presumiría a los demonios que estuve en el cielo, en mi cielo, con ella. Porque lo que tenía con Emma era más que un simple amor; era una conexión profunda, una fuerza que me arrastraba sin remedio. Y aunque el miedo a perderla a veces me acechaba en la oscuridad, cada día con ella me recordaba que valía la pena cualquier sacrificio. Estar con Emma era como encontrar el hogar que nunca supe que buscaba, un lugar donde podía ser completamente yo misma.

Había momentos en los que la inseguridad me golpeaba, recordándome que nada era eterno, que en cualquier instante todo podría desmoronarse. Pero cada vez que la veía sonreír, esos pensamientos se desvanecían. Su risa era como un bálsamo que curaba cualquier duda, y la forma en que sus ojos brillaban cuando me miraba hacía que todo valiera la pena. A veces, me preguntaba cómo había tenido tanta suerte de encontrar a alguien como Emma, alguien que comprendía mis silencios y abrazaba mis defectos como si fueran parte de un rompecabezas que solo ella podía armar.

Y aunque nuestra relación no fuera oficial, cada pequeño gesto, cada mirada compartida, me hacía sentir que lo era. Como cuando nuestras manos se encontraban en medio de una conversación, o cuando sus labios rozaban los míos en un beso. Estábamos construyendo algo, paso a paso, sin prisas pero con la certeza de que lo que teníamos era real.

Sabía que eventualmente tendríamos que enfrentar la realidad, que habría decisiones difíciles por delante. Pero por ahora, solo quería disfrutar del presente, de la tranquilidad que sentía cuando estaba con ella. Emma era mi refugio, mi escape de todo lo que me aterraba, y no estaba dispuesta a dejar que nada ni nadie interfiriera en lo que habíamos comenzado a construir. Incluso si se trataba de su propio miedo. 

Una tarde, mientras conducía hacia el Walker Art Gallery con Emma, la vi mirando por la ventana. Los rayos del sol iluminaban su rostro, y sus ojos castaños se veían preciosos, casi tanto como ella. Sentí cómo cada fibra de mi ser ansiaba ser esa persona que pudiera estar con ella sin limitaciones, poder envolverla en mis brazos sin miedo a que me aleje.

—Grace, ¿sucede algo? No has dejado de mirarme —dijo, soltando una pequeña risa antes de recargarse en mi brazo y dejarme un beso en la mejilla.

—Solo admiro tu bello rostro —respondí, posando una mano en su mejilla—. Creo que deberías ser parte de la colección de la galería.

—Tonta —dijo, tomándome del mentón antes de besarme—. ¿Ya te dije que me gustas?

—Creo que lo mencionaste —contesté con una sonrisa.

Emma soltó una risa suave y se acurrucó más cerca de mí. El coche avanzaba tranquilamente hacia el Walker Art Gallery, y deseaba que este momento durara para siempre.

—Grace, ¿has pensado en qué vamos a hacer este fin de semana? —preguntó Emma con un tono casual, pero se notaba cierta expectación en su voz.

—No, aún no —respondí, concentrada en el tráfico—. ¿Tienes algo en mente?

—Sí, de hecho. He estado pensando que podríamos hacer una pequeña escapada a la playa. ¿Qué te parece? —sugirió, su tono reflejaba una mezcla de emoción y nerviosismo.

THE DAY I MET YOUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora