EPÍGRAFE

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Lisa observaba la cortina de la ventana ser movida por la brisa que se colaba. La temporada del verano no le gustaba, le traía recuerdos horribles que la hacían querer llorar más de lo que ya se encontraba llorando en ese momento. A su costado se encontraba él, durmiendo como si se tratara de un bebé, no había preocupación alguna de su parte, inclusive más; cuando Lisa le comentó que la actitud de él le era molesta. Lo único que salió de su boca fue un asqueroso; ¿Y qué demonios quieres que haga? Que le dio a entender muchas cosas.

No era la primera noche que se acostaba con los ojos llorosos, ni la primera noche que se encontraba llorando a las tres de la madrugada con el pecho a punto de ser reventado. Lisa había sentido un dolor similar a este, lo recuerda muy bien aún que esté jamás se asemejaría al anterior, sin embargo, era igual de significativo.

Se levantó de la cama cuando sintió que el aire que se colaba por la ventana ya no era suficiente para su persona. No recordaba cuando había caído en ese hoyo oscuro, lleno de miedos y ansiedad, quizá él la había empujado y lo estaba notando tarde, cuando ya no había salida.

Esto creo que podrá ayudarme. Habló interiormente, mientras baja las escaleras y caminaba hacia el fondo de su casa. Agradecía tanto que sus padres le hubieran dado la idea de cerrar y techar el fondo, si bien no era lo mismo ver las estrellas a ver una chapa que cubría la visión del cielo, pero estaba segura y eso importaba.

Pasaron los minutos.

El cuerpo aún le temblaba y no precisamente del frio.

En medio del silencio y el ataque de ansiedad, unos brazos helados le rodearon la cintura y unos labios secos besaron su cuello, generándole rechazo, sin embargo, se mantuvo estática.

- ¿Qué haces aquí? -consultó aún dormido, su voz lo estaba delatando.

- Tomo aire.

- ¿Ugh? ¿Y por qué a las tres de la mañana?

La rubia suspiró.

- No puedo respirar.

- ¿Estás haciendo los ejercicios de respiración que te enseñó la psicóloga? -cuestionó aún que muy en el fondo no le interesaba y eso; Lisa, lo tenía en claro.

- Si.

- ¿Quieres que te ayude con algo?

- Si. -la rubia suspiró, mordiendo su labio inferior. El pelinegro que lo abrazaba la soltó de a poco, logrando que el agarre del cuerpo dejará de dolerle.

Cuando iba a soltar una palabra, las mismas manos tomaron su cintura y la obligaron a girar. Lisa, sabiendo lo que iba a suceder después, buscó zafarse del agarre, sin embargo, no lo logró.

- ¿Qué estabas por decir? -cuestionó el pelinegro, mientras su mano viajaba por debajo del pantalón puesto de la rubia.

Lisa tragó saliva.

El tacto seco que sentía de la otra parte le generaba ganas de meterle con la meseta de acrílico que tenía cerca.

- Quiero que te vayas de mi casa. -soltó con molestia, mientras tomaba la mano del pelinegro y la llevaba fuera de donde se encontraba la misma.

Lisa no recordó bien en qué momento perdió el control de la situación, solo observó cómo su mano se movía en dirección a la mejilla del chico que tenía delante suyo y aún que sabía que eso traería problemas; no podía frenar a su cuerpo. Había tomado una decisión por él mismo, así que lo dejaría fluir.

O eso creía.

Porque después de esa bofetada que ella le tendió a él, la mano del más grande también tomó acción propia y dejó su cuerpo paralizado.

©Xlooula, 2024.
BORRADOR.

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