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- Esto está horrible -Marco soltó el tenedor con brusquedad sobre el plato, logrando que el sonido retumbe en el oído de Lisa.

- ¿Que tiene? -cuestionó incrédula, pues había probado el caldo y para su gusto, estaba bien.

- Está asqueroso -volvió a soltar con brusquedad, mientras se ponía de pie-. Come tú, yo no comeré esa mierda.

La rubia observó con atención los movimientos de su pareja, Marco se había levantado y caminaba hacia la aislera, lo poco que pudo divisar; es cuando él tomó de la mesada una manzana y caminó hacia la puerta del patio trasero de la casa. Soltó un suspiro, no recordaba bien en qué momento la relación de ambos se había convertido en un infierno, Marco era detallista y muy respetuoso, sinceramente, todo fue una vuelta de trescientos sesenta grados, aún no podía entender tampoco el que hacía ella ahí.

Comer nunca le había parecido tan angustiante, hasta que le tocó almorzar sola. Rebuscó con su mirada el celular, no pasaban de las una de la tarde, se jaló el cabello y se levantó de la mesa llevando consigo los platos a la pileta. El hambre se le había quitado en cuestión de segundos.

Cuando todo estaba limpio, subió a la habitación y se recostó sobre la cama. Sentía unas inmensas ganas de llorar, pero ya no tenía que soltar, se sentía seca y eso le dolía aún más. El clima estaba horrible, hacía mucho calor y la sombra que había en el patio trasero no saciaba nada. Así que optó por ducharse.

Una ducha fresca, seguramente eso le haría sentir mejor.

Se levantó con pocas fuerzas y se dirigió al baño, la cortina de plástico rosa le traía recuerdos nostálgicos. Quiso llorar, llorar y llorar. Pero se replanteó la idea y recordó el dolor de cabeza que le generaba llorar mucho tiempo.

El manojo de nervios que cargaba con ella no le estaba ayudando para nada. El piso se le movía o eso al menos ella creía, sintió ganas de vomitar cuando el agua fría le chocó el rostro. Escuchó el ruido de la perilla de la puerta y por un momento pensó que Marco iba a pedirle disculpas, pero estaba errada.

- Escucha. Me iré a mi mamá, no quiero verte.

Ya estaba acostumbrada a escucharlo hablar de manera tan agresiva, no le sorprendía, pero si le dolía, aún que se lo guardaba para evitar una discusión mucho más grande.

- Está bien -fue lo único que dijo, pues no tenía más para expresar-. Ten cuidado, avísame cuando llegues.

Escuchó la tapa del hinodoro abrirse, luego, cuando tiró la cadena. No sintió de nuevo el sonido del picaporte, así que supuso que él seguía ahí. Cuando cerró la canilla del agua, unas manos hervidas le tocaron el pecho, haciéndola sentir asquerosa.

- ¿Por qué tienes esa tranquilidad cuándo me hablas, eh? ¿Acaso vendrá alguien a quedarse contigo? -el agarre era fuerte, tanto que la zona ardía.

Lisa llevó sus manos mojadas a la muñeca del contrario, sintiendo que su agarre era en vano. Pues nunca llegaría a igualar la fuerza de un hombre.

- Basta. Me estas lastimando -soltó con desesperación, mientras buscaba zafarse del agarre-. Marco, duele.

- ¿Y qué? -el mismo se le tiró encima, provocando que la espalda de la menor chocase contra la fría pared-. ¿Crees que está bien que me mantengas aquí muerto de hambre? ¿Acaso para lo único que sirves es para trabajar? Ah, no, disculpame. Cierto que ni eso haces.

Hicieron contacto visual.

¿En qué momento llegamos a esto?

- Basta. -exclamó molesta y adolorida-. Por favor, basta. -suplicó al borde del llanto.

- Es lo mínimo que te mereces -el castaño arrugó su ceño-. Ahora ve a cocinarme algo, no me iré hasta que lo hagas.

Aún no entendía de donde había sacado tanta fuerza emocional para no estar llorando, lo único que demostraba su rostro, era que estaba siendo atacada y eso mismo le dolía. Sin embargo, Lisa mantenía una mirada neutral, una que a Marco le daba vueltas la cabeza porque le hacía pensar millones de cosas diferentes.

Y ninguna era buena.

- Lárgate. -fue lo último que pidió, pues antes de quebrar en llanto; Lisa observó el charco de sangre que le recorría desde el pecho hacia sus piernas-. ¡Mierda! ¡Por favor, lárgate!

Y fue ahí cuando cedió a soltarla y dejarla tranquila, sin embargo, el infierno aún continuaría, al menos que Lisa hiciera algo al respecto.

Lisa observó de nuevo la cortina rosa delante de sus ojos, lloró sentada sobre la regadera, su pecho dolía, uno en general porque el otro se encontraba bien, o eso creía. Las piernas le temblaban y el cuerpo pedía a gritos un poquito de calor ya que el piso y la pared estaban helados.

No quería cambiarse ni bajar a la sala, sabía lo que vendría y no estaba preparada para ello.

Y ahí. En medio de la locura y llanto. Lisa suplicaba internamente que si en algún momento no llegasen a encontrar su cuerpo con vida, por lo menos logren llevarse preso al animal salvaje que se encontraba suelto entre la humanidad comiendo carne.

Heal | jjkk ;; lsmn.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora