Capítulo 17

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1 año después

La calle estaba tranquila, pasear por ella lograba que el espectador olvidara el aspecto lúgubre y tal cual apocalipsis zombie se estaba viviendo. Podía sentirse un silencio sepulcral, si había sobrevivientes súpers o humanos rondando, estaban en otra parte. Por eso notó los pasos que se acercaban a él y se sobresaltó cuando un cristal se rompió en algún lugar de la cuadra. Cerró los ojos ante el sonido y cuando los abrió después de unos 20 segundos, vio que la farola de la esquina estaba rota, escuchó otro crujido y se dio cuenta que en realidad la calle estaba obscura. Se sintió un tonto al abandonar el refugio solo y se sintió más estúpido al pensar que podía huir de él.

Aceleró el paso, siempre fue un maldito cobarde y sabía perfectamente que todo en su vida era cuestión de suerte. Suerte por nacer en una familia lo suficientemente ambiciosa como para vender a su hijo a la farmacéutica de Vougth para convertirlo en un fenómeno; suerte por poder entrar a los Siete a pesar de lo ridículo que era su súper poder, suerte de poder escapar aquel día de lo que alguna vez fue la Torre Vougth.

Cuando se topó de frente con una enorme pared de concreto, comenzó a rezar. No era creyente, hasta para él era ridículo creer en las anécdotas evangelizadoras de Ezequiel cuando el tipo, a puerta cerrada, aunque no siempre, se follaba a todo cuanto ser viviente se le ponía enfrente. Dios no permite las mentiras, aborrece a los homosexuales... Sí, Ezequiel era un claro ejemplo de alguien que purgará su condena en el infierno.

Escuchó el pavimento crujir ante el material de las botas rojas que él podría jurar calzaba su atacante. Gracias a la claridad de la luna pudo ver la sombre de la imponente figura que descendía del cielo. Era como si aquel satélite fuera cómplice de su verdugo al no permitirle total obscuridad. Aunque tampoco eso serviría de algo, está completamente seguro que el juez que hoy viene a condenarlo no necesita claridad para ver.

_ Yo sólo seguía órdenes _ el ex integrante de los Siete puso las manos en alto _ Tú sabes que yo necesitaba la aprobación...

Escuchó el característico sonido que Vengador hacía con sus dientes y lengua, el súper hombre estaba seguro que también negaba una y otra vez con su dedo índice mientras sus orbes estaban iluminados por el rojo de sus láseres, tragó saliva y bajo las manos en señal de derrota. Después de todo, era mejor morir que seguir viviendo en un mundo dominado por Vengador.

[]

_ ¿Qué has hecho? _ Caporal quedó frente a Stan _ ¿Qué hiciste?

_ Me deshice del problema _ dijo Edgar moviendo las manos como si nada tuviera importancia.

_ No, desataste al monstruo.

El ruido que hicieron las esposas supresoras retumbó en toda la torre. Vengador tomó impulso y agarró al moreno de su traje para después elevarse; el hombre comenzó a perder oxígeno y por más bocanadas de aire que daba, sus pulmones comenzaron a vaciarse adquiriendo un tono violeta. Cuando Vengador se detuvo en el espacio y él dando sus últimos alientos de vida, pensó que su muerte no era tan cruel si su asesino era Vengador, grande fue su sorpresa cuando el súper hombre continuó avanzando y lo arrojó hacia el Sol, su piel ardía y maldecía la velocidad del varón que ni siquiera le permitió una muerte rápida, estaba seguro que aún tenía tiempo antes de expulsar todo el oxígeno de sus pulmones.

Si le preguntaran a Stan Edgar cuánto duró su agonía, y si él pudiera dar una respuesta, diría que horas, no obstante, después de unos segundos, Vengador regresó a la Torre Vougth y con su visión láser arrasó con todos los agentes de seguridad.

Ashley, quién aún no se reponía del shock inicial, comenzó a correr hacia el ascensor, presionaba una y otra vez el botón del lobby rezando para que rápidamente se cerrara  pero este parecía no responder; con terror, vio que Vengador caminaba hacia ella con la cara llena de sangre, la capa del traje a medio quemar y con la mirada encendida, ni siquiera parecía respirar, más bien, su aspecto era el de un ser antinatural sacado de la peor pesadilla que un ser humano podría llegar a experimentar. Le sonrió con su típica sonrisa sádica, aquella a la que ella más le tenía, era su fin.

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