Platón se Equivoca

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De la mano de Sam, entré en la universidad. Todas las miradas se clavaron en mí; hacía unos meses había salido en las noticias. Era la hija del multimillonario que desapareció misteriosamente hace cuatro años. Ahora, huérfana y heredera de su inmensa fortuna, cada paso que daba capturaba la atención de todos a mi alrededor.

Sonreí ligeramente cuando Sam, siempre perceptivo, comentó sobre las miradas que atraía mi nuevo look. Mientras caminábamos, sentía las miradas curiosas y envidiosas de los demás. Aunque vivo en una mansión y tengo todo lo que podría desear, esas miradas me recordaban que, para muchos, mi tragedia sería un precio aceptable por mi inmensa fortuna.

Sin embargo, yo todavía no tengo todo lo que deseo. Si algo he heredado de mi padre, además de los millones y la terquedad, es la persistencia. No voy a parar hasta descubrir la verdad, y estoy dispuesta a enfrentarme a cualquiera que se interponga en mi camino. Esas miradas, lejos de intimidarme, me dan poder. Las recibo con una mirada de superioridad, deseando que me odien, deseando que me vean como una superior, porque ninguna de estas miradas importa; no van a llevarme hasta la verdad. Solo hay una que me interesa: la mirada del profesor.

Siempre me ha gustado jugar con fuego. Un hombre de mirada penetrante y una mente aguda, es mi objetivo. Sabe más de lo que deja entrever, y estoy decidida a acercarme a él, a ganarme su confianza y, si es necesario, a manipularlo para obtener las respuestas que busco. Mi ambición no conoce límites, y en este juego, estoy preparada para ganar a cualquier costo, incluso si me quemo hasta las cejas. Porque En este tablero de intrigas, estoy dispuesta a convertirme en la pieza más letal o,si es necesario,en la mascota mas leal del profesor. .

Entré en el aula de filosofía, repasando mentalmente el plan. El espacio era amplio y luminoso, con estanterías llenas de libros que respiraban conocimiento. Me encantaba este ambiente. Mientras me dirigía a un asiento vacío cerca del frente, me choqué "accidentalmente" con alguien. Mis libros cayeron al suelo en un estruendo.

—¡Lo siento! —dije rápidamente, agachándome para recogerlos.

—No se preocupe, señorita —respondió una voz grave y autoritaria.

Al levantar la vista, me encontré con un hombre alto, de mirada penetrante y una expresión imperturbable. Me aseguré de poner ojos de presa y parecer muy inocente. Me pasó uno de mis libros.

—Tome, señorita...

—Dumont —completé, observando cómo sus ojos se ensancharon ligeramente antes de volver a su calma habitual.

—Señorita Dumont —repitió, tratando de disimular su sorpresa. Sabía que reconocía mi apellido. Dumont, el mismo apellido de la mejor amiga de su difunta esposa, mi madre. Una conexión que no podía pasar desapercibida—. Siento mucho su pérdida.

Sabía quién era mi padre, interesante. Me incorporé, agradeciendo su ayuda con una inclinación de cabeza. Los demás estudiantes comenzaron a llenar el aula, y pronto todos estaban sentados. El profesor, recuperado de su sorpresa inicial, comenzó la clase.

—Hoy discutiremos sobre el concepto de la verdad según diferentes filósofos. —Su mirada recorrió la sala, finalmente posándose en mí—. ¿Alguien quiere compartir su opinión sobre la verdad según Nietzsche?

Sentí la atención de todos los estudiantes volverse hacia mí. Mantuve la calma y respondí con voz firme y segura:

—Nietzsche creía que la verdad era una construcción humana, una ilusión creada para darle sentido a nuestras vidas.

—Interesante. Pero, ¿no está de acuerdo con Platón en que la verdad es una realidad objetiva, independiente de nuestras percepciones? —replicó, sus ojos desafiándome a refutarlo.

Profesor Alexander BlackwoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora