Capítulo 5: Déjame conocerte

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Chen se quedó un buen rato en la puerta de los aposentos del joven príncipe antes de entrar, pues su corazón no dejaba de latir rápidamente. "¿Por qué me siento así? No hice nada malo, solo fue un accidente," pensó.

—¡Aquí vamos! —suspiró Chen antes de entrar para darle el desayuno al príncipe—. Majestad... acá está el desayuno... que lo disfrute... adiós.

—¡Espera! —exclamó el joven príncipe, deteniendo a Chen, quien quería escapar.

—¿Sí?... Majestad —respondió Chen, dándose la vuelta para estar frente al príncipe, pero tratando de no mirarlo.

—Quédate hasta que termine —le ordenó el príncipe antes de sentarse a desayunar.

Mientras desayunaba, el joven príncipe miraba de reojo a Chen, observando cómo caminaba nervioso de un lado a otro, apartando la mirada cada vez que alzaba la vista. "¿Qué es esa actitud? No es la misma actitud que tuvo la primera vez que nos conocimos," pensó. Al terminar el desayuno, le dijo a Chen que una vez que levantara todo, lo viera después en su estudio.

Al cabo de unas horas, Chen se presentó en el estudio del príncipe, donde él estaba sentado leyendo y escribiendo.

—Estoy aquí, majestad. ¿Qué necesita? —le dijo Chen, nuevamente nervioso.

—Necesito que esperes. Estoy escribiendo unas cartas para los otros guardias. Cuando termine, se las podrás llevar.

El príncipe, desde pequeño, estuvo solo. Su padre le enseñó que solo debía estudiar para ser un buen rey. Una vez, cuando quiso acercarse a alguien, como lo fue su nodriza, su padre la apartó de él. Entonces, no sabía cómo dirigirse a otra persona ni entendía las actitudes, sentimientos, o emociones, ya que siempre le prohibieron sentir algo que no fuera la responsabilidad de ser el futuro rey. Por eso, no comprendía el cambio en Chen de querer acercarse a no dirigirle la mirada.

—Ya está todo —dijo el príncipe, poniendo las cartas frente a Chen para que las agarrara sin soltarlas.

—Está bien, majestad —respondió Chen, agarrando las cartas y tratando de no mirarlo fijamente, pero tuvo que hacerlo al sentir que el príncipe no soltaba las cartas.

Fue un momento de silencio entre dos personas que se miraban fijamente a los ojos. Chen se puso nervioso porque no entendía lo que pasaba. El príncipe ya no lo miraba fríamente; más bien, lo miraba intrigado. "¿Qué le pasa al príncipe? ¿Por qué ahora me quiere cerca?" pensó el joven guerrero. El príncipe vio que Chen se ponía cada vez más rojo y nervioso. "Qué persona más intrigante. Cada sensación que tengo al mirarlo es nueva. Los nervios que tiene hacen que su mandíbula afilada se marque aún más. ¿Qué hace que provoque esa situación?" pensó el príncipe.

—Esto se lo debes entregar al joven Quiang o al joven Jun para que lo comuniquen a los otros guardias —dijo el príncipe soltando las cartas y apartando la mirada—. Y te prohíbo que lo leas.

—No se preocupe, majestad, no sé leer —dijo Chen antes de salir corriendo, pues sentía que su corazón se le iba a salir del pecho. Esas miradas lo pusieron más nervioso.

El príncipe siempre se consideró una persona sabia y le gustaba encontrar explicaciones para todo. Por esta razón, aceptó a Chen como un reto. No encontraba la explicación de sus actitudes: al principio hizo de todo para acercarse y luego se puso nervioso tratando de esquivarlo. "¿Qué lleva a una persona a sentir nervios? ¿Qué tiene que pasar para que alguien tenga este cambio rotundo?" pensó el príncipe, intrigado. Sin duda, quería conocer y entender a esta persona.

El joven guerrero hizo sus tareas y tuvo que volver a estar cerca del príncipe. Al regresar, el príncipe seguía sentado en su escritorio leyendo, tranquilo y sereno. "¿Por qué solo se dedica a leer? ¿No puede hacer nada más que estudiar? ¿Qué puede hacer para divertirse?" pensó Chen, caminando por toda la habitación, curioso. Mientras tanto, el príncipe, de vez en cuando, levantaba la vista para ver qué hacía Chen.

El Príncipe Fénix y el Dragón GuerreroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora