AHOPSAN FOREST • KOOKV

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Si bien creía que los lugares cerrados no eran sus favoritos le generaban cierto pánico después de una historia pasada dejando secuelas en su mente y generando una especie de inquietud personal sobre taehyung ante el tema, sin embargo no tenía idea de donde estaba ahora pero sabía que estaba en un lugar cerrado sin ventanas y la escasa luz casi grisesca que entraba por unas rendijas de las cuatro paredes que le rodeaban ahora.

Su cabeza latía con un ritmo irregular, punzante, como si algo dentro de él golpeara desde adentro, tratando de escapar. El dolor no se quedaba solo en su cráneo: recorría su cuerpo en oleadas extrañas, como corrientes eléctricas atravesando zonas que ni siquiera sabía que podían doler. Estaba desconcertado. Adolorido. Abrumado. Asustado. Y, sin embargo, una chispa de curiosidad, casi absurda, crecía en su pecho. Necesitaba respuestas. Algo que le explicara qué estaba pasando. Por qué.

Intentó abrir los ojos, pero fue difícil. Cada parpadeo le pesaba como si llevara días dormido, como si su cuerpo hubiese estado suspendido en un letargo profundo. El malestar corporal lo envolvía por completo, como si acabara de despertar de un largo coma. Sus músculos respondían con lentitud, temblorosos, torpes. Bajo él, el suelo era duro y gélido, pero lo separaba de éste una delgada capa de tela—casi imperceptible—que no hacía nada por calmar el frío.

Al intentar moverse, notó algo más: sus muñecas. Atadas.

Las cuerdas eran tan finas que apenas las distinguía al tacto, pero al intentar liberarse, se dio cuenta de que la presión era fuerte, demasiado fuerte. No importaba cuánto forcejeara; estaban bien aseguradas, como si alguien hubiese tenido especial cuidado en no dejarle oportunidad alguna de escape.

Con gran esfuerzo, alzó la cabeza. Su visión era borrosa, y la habitación le pareció girar un poco antes de estabilizarse. Su respiración se volvió entrecortada; pequeñas bocanadas de aire entraban como si fuesen su única fuente de vida. Fue entonces cuando lo vio.

Frente a él, una figura se alzaba. Inmóvil. Observándolo.

No había en ella intención de ocultarse ni vergüenza alguna por estar allí, tan cerca, casi encima de él. No pretendía el misterio; su presencia era directa, cruda. Y eso lo hacía aún más inquietante.

El dolor en su cabeza se intensificó cuando subió lentamente la mirada. Primero vio los pies—desnudos—reposando sobre la madera polvorienta del suelo. Luego, sus ojos recorrieron unos pantalones negros, holgados, que caían con descuido. Más arriba, una camisa blanca, delgada, abotonada de manera descuidada... y entonces lo vio: manchas.

Manchas rojizas, secas, con bordes amarronados que salpicaban las mangas a la altura de las muñecas.

Sangre.

O algo muy parecido..

Taehyung sentía su garganta apretada en ese momento generándole casi un malestar y ardor real evitando querer subir más la vista y encontrar  el rostro de aquella persona, solo de recordar como si fuese un mal sueño esa sonrisa grande de dientes blancos y siniestramente burlona que apareció en su mente apenas recordando lo anterior con dificultad, sin embargo encontró un rostro de un chico con una expresión relajada, piel blanca hasta las clavículas bien marcadas, nariz grande y grandes ojos redondos obscuros casi brillosos observándole con curiosidad como si fuese una clase de cosa extraña y de otro mundo.

El cuerpo de Taehyung tembló de forma incontrolable, un espasmo súbito lo recorrió por completo, arrancándole un jadeo involuntario. Con un movimiento torpe, casi animal, retrocedió de inmediato, arrastrando sus piernas hasta que su espalda y las manos atadas chocaron contra la pared helada. Se quedó allí, encogido, con la respiración agitada y los ojos fijos en la figura que tenía frente a él. El miedo se reflejaba sin pudor en su mirada, acompañado de una creciente desconfianza.