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PDV CHIARA

Aquella mañana me desperté con la sensación de que podía salir bien. Si bien tenía muchísima inseguridad ante cómo se daría aquella conversación, el hecho de que fuera ella la que planteara la conversación me daba un poco de tranquilidad; al menos, ella estaba dispuesta a hablar.

Aclarar que mis intenciones eran cerrar la herida de una vez creo que no es necesario, pero por si acaso lo dejo claro: para ese entonces, no había un rastro de esperanza o de interés en buscar algo más que eso en mi encuentro con ella.

Llevé a los niños al colegio y luego volví a casa. Jasmine me notó extraña, pero le respondí cualquier cosa para que no se metiera; no quería meterla en eso.

Al volver al piso, limpié las tazas del desayuno y me aseguré de que el living estuviera lo más decente posible. Para cuando sonó el timbre, estaba guardando los últimos juguetes de Joey en su cuarto.

Bajé a abrirle a Violeta y sonreí al verla.

—Hola, Violeta, bienvenida. Pasa. He intentado dejar lo más decente posible, pero el enano es un torbellino y me deja desastre por todas partes.

—Tranquila, Chiara, no voy a meterme con cómo vives.

—Quería aclararlo igual. ¿Quieres beber algo?

—No, tranquila, estoy bien.

—Vale. ¿Quieres empezar tú?

—Sí, porfa, que si no, luego no me salen las palabras.

—Está bien.

—Búa, tía, qué difícil es esto —suspiró y la miré, intentando demostrarle que estaba allí para escucharla y que le daba el tiempo que necesitase—.

—Cuando puedas...

—Lo siento, ¿vale? Sé que al irme luego de la exposición dejé en ti ciertos interrogantes y probablemente te llené de inseguridades, porque te conozco y sé que tu cabeza viaja a lugares muy oscuros cuando algo no sale como esperas, y de verdad lamento haber alimentado eso.

—Violeta, no puedes hacerte cargo de lo mal que funciona mi cabeza en estas situaciones; ese es un problema mío. Hiciste lo que creías mejor para ti; supongo que querías estar en tu lugar seguro, con tu gente.

—Es que lo hice mal. Nada más llegar me di cuenta de que simplemente huí porque me daba miedo lo que pudieras decir. En mi cabeza me he creado una historia que no pega nada con la realidad, una historia en la que a ti no te importaba y me habías dejado sola por eso. Y antes de que me interrumpas, estoy segura de que no es así.

—Pero, si estás segura de que no es así y sabes que jamás habría sido capaz de mentirte de esa forma, ¿por qué lo has hecho?

—Porque creía que poniéndote como la mala de la película podría olvidarte y seguir adelante.

—¿Y te sirvió?

—Un tiempo sí. Por un tiempo hablé de ti como la gilipollas que me había usado y abandonado en cuanto tuvo oportunidad. Luego comencé a sentirme fatal por hacer eso y me salió el tiro por la culata porque comencé a sentir que yo era la que te había usado. Por un tiempo me culpé de que te hayas ido; creí que no había podido salvarte de ti misma y que tus fantasmas te habían ganado por mi culpa.

—Nada fue tu culpa, Violeta. Es verdad que en parte me ganaron los fantasmas, pero eso no fue tu culpa. Que yo haya sido una débil y haya actuado como la mierda por no saber gestionar todo lo que pasaba no es tu culpa. Aquí no hay culpables...

—Mi terapeuta me ha dicho eso, que debo dejar de buscar culpables.

—Es que no hay culpables. Violeta, si tú quieres que te perdone por haberte ido, esta vez quiero que sepas que ya lo estás; nunca me he enfadado por eso.

La luz que te he quitado - kiviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora